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Un hipódromo con museo

Rubén Fernández ha decorado el restaurante con objetos relacionados con la cerveza

Jarras, relojes y carteles son algunos de los motivos que decoran el restaurante del Hipòdrom de Son Pardo, un espacio que se ha convertido en un museo de la cerveza. Su creador es Rubén Fernández, quien se dedica a coleccionar objetos relacionados con esta bebida desde el año 1978. "Empecé con 23 años, cuando regentaba el bar Fujiyama de Palma, en la calle del General Riera", recuerda este restaurador que asegura tener unos 40.000 objetos, de éstos, unos 5.700 son jarras de cerveza, de las cuales hay unas 2.000 en las instalaciones del restaurante.

Más que una afición

Rubén Fernández comenta que su afán por coleccionar objetos relacionados con bebidas alcohólicas es una adicción que implica tener espacio, tiempo y dinero: "Más que una afición, es una enfermedad", remarca. Ahora bien, por este hobby ha llegado a recibir ofertas multimillonarias. De hecho, Guillermo Soler se hizo eco en abril de 1995 de su colección en un artículo de la revista de PIME en el que Fernández explicaba que un coleccionista de Nueva York le hizo una oferta por 500 millones de pesetas que, sorprendentemente, no aceptó. Después de ganar la concesión del Hipòdrom de Son Pardo, a finales del año pasado, Rubén encontró en estas instalaciones un lugar ideal para exponer un material que hasta ahora tenía guardado en un almacén, dentro de cajas. Apunta que todavía no lo ha sacado todo y que no sabe si lo podrá mostrar en su totalidad, pero avisa que pronto expondrá una muestra de la colección de coches, ceniceros y abridores relacionados con la materia. "Muchos los he traído de viajes y también tengo amigos me traen lo que encuentran en mercadillos y tiendas, como las botas e, incluso, tiradores de cerveza, creo que uno de ellos es del escultor Lorenzo Quinn".

Una de las piezas que más valor tiene es el reclamo de la cerveza Budweiser, un original de 1936 que trajo desde Fitchburg (Massachusetts) hasta Mallorca: "Lo traje en avión desde Estados Unidos hasta la isla y lo embalamos en una caja rectangular, parecía que llevábamos un muerto".

También tienen un valor especial las jarras y porrones del siglo XIX, un material que puede ser admirado sin ningún coste extra por todos los que van a comer al restaurante de Son Pardo.

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