Catorce años después, llega el sí quiero. Rafel Nadal y Maria Francisca Perelló ya no son la joven pareja, algo tímida, algo esquiva, que enternecía todas las miradas. Ya se ha entendido que ni son tímidos ni son esquivos, sino que son claros y concisos: su relación les pertenece solo a ellos y a sus más allegados. Esto es así desde que empezaran a salir en el año 2005. Nada ha cambiado catorce años después: siguen enterneciendo a toda persona que les mire. Porque esto es lo que hace el amor.

En la línea de vida de Rafel Nadal hay un año, concretamente, muy especial. El 2005. Fue cuando conquistó su primer Roland Garros, en Francia, cuando solo tenía 19 años. Muy pronto llegó a la cima, pero gracias a su contención, compromiso, prudencia, constancia y responsabilidad ha conseguido mantenerse en lo más alto hasta a día de hoy, aunque con épocas mejores que otras.

Volvamos al 2005. También fue durante ese año que empezaron su relación. Él, de 19; ella, de 16. Se conocieron porque Maria Isabel Nadal, hermana del deportista, es íntima amiga de Mery desde el colegio. Ella fue la celestina de este noviazgo que llegó ayer a su punto álgido. En las calles de Manacor, el lugar que les vio nacer a ambos, fue donde floreció durante meses y meses lo que se convertiría en una de las relaciones más sólidas del mundo del deporte.

Cuesta, hoy en día, ver relaciones largas. Y eso que, muchos en su situación, lo hubieran dejado. Rafel Nadal cada día se asentaba más en la élite del tenis, algo que suponía más viajes, más compromiso, más seriedad. Mientras, Mery, trazaba el camino normal de una chica de pueblo de su edad: quedar con las amigas, acabar bachillerato, estudiar una carrera (se graduó en Dirección y Administración de Empresas en la UIB), hacer prácticas, conseguir su primer trabajo. Además, aunque no se desplazaba en cada partido, ella siempre estaba en la grada apoyando a su novio en los partidos más importantes. Y es en esas gradas donde se ha forjado, con el tiempo, una muy buena relación con su familia política: Aina Maria Parera y Sebastià Nadal, padres del tenista. Las de los enamorados parecían vidas paralelas imposibles de conjugar. Pero lo han hecho, y no son, precisamente, el tipo de pareja de los que van agarrados de la mano todo el tiempo.

¿Dónde está el secreto del éxito de esta relación? Lo revelaba Mery a John Carlin, quien escribió la biografía del tenista, Rafa, mi historia: "Viajar juntos a todas partes no sería bueno. Rafa necesita su espacio cuando compite. Si le siguiera allá donde va, creo que habría peligro de que nos dejáramos de llevar tan bien". Esta ha sido la única ocasión que Mery ha hablado del que ya es su marido. Y es que cuidar el espacio individual es tan importante como cuidar el común. Ambos tienen sus carreras profesionales, a las que le suman el proyecto de vida juntos (si puede ser, lejos de los flashes).

Aunque sus vidas puedan parecer tan diferentes, lo cierto es que Rafel y Mery son muy similares en lo esencial. Ante todo, manacorins. En ningún lugar están mejor que en su pueblo, y en Porto Cristo, donde tienen su hogar. Allí están tranquilos, nadie les mira raro, pasan desapercibidos. Forman parte de la vida cotidiana del pueblo. Nadal no lo esconde: se siente un privilegiado por haber nacido en Mallorca, un lugar del que está enamorado. No se sabe si es así para Mery, porque no habla con la prensa (a no ser que sea para hacerlo sobre algún tema de la Fundación Rafa Nadal, es decir, de su trabajo), pero raro sería que un mallorquín renegara de su paraíso particular y no hubiera pronunciado nunca "com Mallorca no hi ha res

A ambos les gusta viajar, y mejor si puede ser a un lugar con playa, porque también a los dos les gusta practicar deportes acuáticos, además de descubrir qué se esconde en las profundidades del mar. Asimismo, tanto Nadal como Perelló conservan sus amigos de la infancia, del colegio, con los que suelen pasar grandes ratos. Al menos cuando se les ha visto en grupo a bordo del yate del tenista, lo que no faltaba nunca eran sonrisas. Los dos son creyentes, de ahí su deseo a que su boda fuera por la iglesia y tuvieran que pedir un permiso al obispo, que se lo concedió.

Rafel y Mery han dado la vuelta al mundo de partido en partido, de vacaciones en vacaciones. Pero siempre vuelven a su hogar, que es Mallorca, lugar donde ayer sellaron su compromiso. Hoy es su amor el que da la vuelta al globo, desde la isla, eso siempre. Y que así sea, que vuele, que vuelen, hasta que decidan lo contrario.

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