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Con ciencia

Monos borrachos

Malas noticias para los credos religiosos que prohíben el alcohol. La hipótesis del mono borracho es el nombre con el que se popularizó la idea lanzada en el año 2000 por Robert Dudley acerca del lazo que existe entre la dieta frugívora propia de numerosos primates y el consumo de alcohol. El etanol podría haber tenido beneficios adaptativos inmediatos como es el de servir de señal para localizar la fruta madura o estimular las ganas de comérsela. Tanto es así que Matthew Carrigan y colaboradores indicaron en 2014 en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences una mutación genética producida hace diez millones de años que permite metabolizar el etanol en el aparato digestivo de los ancestros comunes de simios africanos y humanos. Los seres humanos habríamos adquirido por esa vía una tendencia natural a la ingesta de azúcares fermentados, convertidos en alcohol; una costumbre que como es harto sabido tiene también consecuencias de cierto riesgo pero abunda. Y no sólo en nuestra especie. Existen testimonios de otros primates, en particular en los zoológicos, que incluso llegan a robar bebidas alcohólicas a los turistas. Pero se suponía que en su hábitat natural nuestros primos más cercanos evitan la ingesta de frutas demasiado maduras algo que en términos antropomórficos equivaldría a decir que son abstemios.

Kimberley Hockings, investigadora del Centre for Research in Anthropology de Lisboa (Portugal), y sus colaboradores han publicado en la revista Royal Society Open Science la primera identificación de ingesta de alcohol por parte de primates no humanos, de chimpancés comunes (Pan troglodytes). El trabajo, realizado en la reserva de Bossou (Guinea), abarca un plazo de tiempo considerable: desde 1995 a 2012. A lo largo de esos años los chimpancés aprovecharon de manera recurrente la instalación por parte de los indígenas de contenedores de plástico en las palmas de rafia para recolectar la savia. Los animales sacaban esa savia fermentada mediante hojas a guisa de cucharas incluso en cantidades muy grandes. Y el contenido de alcohol de esa savia es en promedio de cerca del 3%.

Hockings y colaboradores colaboradores ponen de manifiesto que no sólo no existe ninguna prevención natural entre los chimpancés para evitar el alcohol sino que incluso hay una tendencia a buscar su ingesta que no depende ni de la hora del día ni de la época del año siempre que haya savia recolectada disponible. Tampoco observaron ningún sesgo de edad o de sexo: la conducta es general. Se trata de un aprovechamiento indirecto de recursos para cuya obtención es necesario que los seres humanos lleven a cabo la tarea de sacar la savia de las palmas pero los autores plantean la hipótesis de que la disponibilidad "natural" sin intervención humana de alcohol en otras plantas puede llevar a una ingesta más extendida por parte de distintos primates de etanoles presentes en la fruta fermentada. Los monos borrachos quizá no seamos sólo nosotros.

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