Expectación a las puertas del Museu de Mallorca. Muchos ciudadanos -entre ellos la consellera Nuria Riera y Antoni Vera- se acercaron ayer al centro de la calle Portella para picotear durante pocas horas el arte de las remozadas salas de Ca la Gran Cristiana, que abrirán de manera definitiva el mes que viene. Después de un lustro sin poder ver las joyas de la historia y cultura de la isla en la sede del Museu, las expectativas sobre la reordenación de la colección permanente eran altas y el resultado no defraudó. La renovación museográfica de la sección de Bellas Artes es moderna, clara y reúne las mejores condiciones de conservación y climatización. Hay 14 salas, cada una de ellas con un panel que resume el contexto histórico y hojas de sala sobre piezas destacadas en seis idiomas. Los espacios han ganado en amplitud y luminosidad. Ca la Gran Cristiana es una sede museística del siglo XXI en un magnífico continente de origen gótico reformado en el XVI por el primer conde de Aiamans.

La cata de ayer se ciñó a la planta noble y al patio, donde se celebró un concierto de solistas de la Simfònica. Las diez salas, que pudieron contemplarse de manera efímera y que comprenden la historia de la isla entre los siglos XIII y XVIII, están ordenadas cronológicamente y contienen las piezas "sine qua non", en palabras de la directora del museo Joana Maria Palou, además de algunas sorpresas gracias a "seis o siete depósitos recientes de particulares", agrega. En esta ocasión, cada periodo está representado por obras de cualquier disciplina a diferencia de la disposición anterior del museo, repartido en salas de pintura, escultura o cerámica.

El discurso museográfico arranca con el Regne de Mallorca, que nació con la conquista de Jaume I. Durante este periodo se importaron piezas tradicionales desde el continente, se adquirieron obras de estilo gótico de talleres franceses e italianos y se contrataron artistas que construyeron las nuevas edificaciones siguiendo pautas estilísticas avanzadas. Las artes se convirtieron en un elemento imprescindible para reflejar la cohesión del reino. Además del conocido retablo de Sant Bernat, "uno de los más importantes de la época en toda Europa por su iconografía [aparece el tema de la lactancia mística] y por su ejecución en pan de oro y de plata", subraya Palou, se exhibe de manera inédita un conjunto de capiteles "que debían formar parte de la galería de la iglesia de Sant Bartomeu, donde actualmente se ubica el Banco de España", comenta. Asimismo, también se exponen por primera vez una pareja de ángeles de la Almudaina y una placa escultórica de la Virgen perteneciente a la iglesia de Santa Fe. La obra está recién restaurada, al igual que todas las piezas expuestas que precisaban una rehabilitación.

Detrás de las antiguas puertas de Santa Eulàlia, aún con restos cromáticos en rojo y negro, se abre la sala 2, consagrada a la época de Pere el Cerimoniós, cuando Mallorca se reintegró a la Corona de Aragón. Su reinado se caracterizó por un gran sentido del espectáculo ceremonial y por la valoración de la creación artística al servicio de la política. Unos pasos al fondo, en la siguiente estancia, dedicada al gótico primerizo, le aguarda al espectador una grata sorpresa. Palou descubre una preciosa lauda sepulcral con dormición de los Oliva -del platero más importante de la época, Antoni Oliva- que se hallaba en el claustro de Sant Francesc. Justo al lado, llama la atención el retablo de Santa Llúcia y Santa Magdalena, y más adelante, de época más tardía, el espléndido cuadro sobre Sant Jordi. Una de las manifestaciones del gótico más complejo y con influencias nórdicas (siglo XV) es el díptico de las dos Verónicas, conservado en una vitrina con climatización interna. En la misma sala, se exhibe restaurado el retablo de Sant Bernat, Sant Antoni y Sant Nicolau del Convent de Sant Domingo. El amante del arte tiene tres regalos más para la vista en esta estancia. Por una parte, una figura de Sant Sebastià de estilo flamenco, de una modernidad espectacular, que fue donada en los años 70 por el artista Frederic Marès. El santo le da la espalda a un Jesucristo en la cruz que el Govern compró hace unos años en la feria AnticArt. A la salida, llama la atención un arcón nupcial en madera con una escena de la Virgen pintada a mano.

Tras la sala renacentista, con una Mare de Déu Dolorosa recién depositada en el museo, se descubre en todo su esplendor la estancia del Barroco con algunas novedades muy interesantes. Se exhiben por primera vez algunas de las esculturas que jalonaban S´Hort de sa Llonja. La pintura de esta sala es espléndida: hay un gran formato -La multiplicación de los panes y los peces- de Miquel Bestard, un cuadro tenebrista sobre Caín y Abel o una copia firmada y datada de La transfiguración de Rafael Sanzio, cuyo original se conserva en los Museos Vaticanos.

El siguiente capítulo del arte de Mallorca está dedicado al XVII, cuando las casas de la aristocracia se decoraban con obras artísticas de producción local pero sus propietarios también adquirieron pinturas en otros reinos hispánicos además de comprar obras procedentes de Sicilia, Roma, Génova, Francia o Flandes. Son cuadros de paisajes, arquitecturas o escenas religiosas y mitológicas (un ejemplo es una escena de Paris y Helena). Desde Malta llegó mucha pintura. Muy destacable es la de Mattia Preti, expuesta en Ca la Gran Cristiana. En el pasadizo que desemboca en el siguiente ámbito, consagrado a la cerámica de época moderna, destaca una Caritat romana muy influenciada por Caravaggio.

La visita se cerró ayer con un espacio dedicado al XVIII, un siglo que se movió entre el Barroco y el academicismo. Destacan dos nombres propios: Gabriel Femenia Maura y Guillem Mesquida.

La museografía de la planta noble y la tercera (que ayer no se abrió al público) ha costado en torno a 600.000 euros. La reordenación de la sección de Arqueología no será una realidad hasta el año que viene.