Locke Reino unido. 84 min. *** De Steven Knight. Int. Tom Hardy Cines: Augusta

El planteamiento de Locke tiene ligera semblanza con Enterrado (Buried). Escenario único, actor aislado y monólogo contrapunteado sólo por conversaciones telefónicas. Si la película de Rodrigo Cortés forzaba el suspense claustrofóbico de un secuestro, Steven Knight prefiere un drama más cercano: la crisis de un obrero especializado de la construcción (Hardy). Tras finalizar una jornada laboral, inicia un trayecto nocturno por carretera en el cual, vía manos libres, intenta recuperar el control de una encrucijada profesional y personal. Más que un experimento, el planteamiento es un ejercicio de estilo que, por su extrema simplicidad, exige máxima finura en sus tres pilares: realización, interpretación y guión. Los dos primeros son firmes. Con cámaras ubicadas en media docena de enclaves del interior y exterior del vehículo, y con una suave música electrónica de refuerzo, Steven Knight logra mantener un ritmo sostenido. Las luces de las farolas, de los vehículos colindantes, los reflejos de algunos edificios, las constantes incorporaciones o cambios de carretera son suficientes para evitar la monotonía. La interpretación de Tom Hardy es notable. Sin forzar los registros aguanta con naturalidad, sin aparente esfuerzo, el solitario papel. El guión es la pata más desnivelada. Tiene varios méritos: evita giros pirotécnicos y vende bien la crisis del protagonista (desafecto por su padre, intenta no imitarle a costa de poner en jaque su empleo) y está bien documentado. Abusa en las neurosis femeninas (voces telefónicas) y exagera el asunto profesional. Llega a destino, metafóricamente hablando, con el combustible justo pero no deja de ser un interesante y original drama.