Otro verano atípico, casi estresante en Marivent. Muy atrás quedan las relajadas postales de hace unos años. Los Borbones han organizado su estancia en Mallorca bajo la premisa de no coincidir apenas, y lo han conseguido. No habría novedad respecto al estío pasado, cuando la infanta Cristina se negó a pisar la isla al vetarse la presencia de su esposo, el imputado en un proceso judicial por corrupción Iñaki Urdangarin. Sin embargo, un nuevo frente se ha abierto en la Familia Real, el de la convivencia de príncipe de Asturias y su mujer. Al príncipe le preocupan los desplantes cada vez más públicos de doña Letizia, tan empeñada en separar su vida privada de la pública que empieza a convertirlas en incompatibles. El mantra recitado por el rey Juan Carlos al abandonar el hospital tras su accidente de caza en Botsuana y el escándalo subsiguiente, -"lo siento, me he equivocado"- se ha escuchado ya literalmente en boca del heredero, pero para disculpar alguna de salida de tono de su esposa. En su caso, la coletilla "no volverá a ocurrir" carece de sentido.

De los doce días disfrutados por don Felipe en Mallorca, solo en la mitad ha gozado de la compañía de su consorte. Doña Letizia y sus hijas Leonor y Sofía aterrizaron un viernes con el tiempo justo para acompañar a su abuela y primos a la entrega de diplomas de los cursos que los hijos de las infantas Elena y Cristina habían realizado en Calanova. El príncipe llevaba una semana en la isla, y había acudido junto a su madre y a su hermana mayor a visitar a los afectados por el incendio de Andratx. Durante tres jornadas participó en la Copa del Rey Mapfre de vela. En todas sus salidas se le apreció serio y como a disgusto. No se presentó (otra pequeña tradición rota) al concierto que su amigo Jaime Anglada ofreció en el Village de sa Feixina, y a cambio salió a cenar y tomar unas copas con su primo Beltrán Gómez Acebo y otros amigos "de soltero" a la pizzería La Greppia, situada frente a Marivent. También se había citado con sus colegas semanas antes, cuando acudió en Palma a la reunión de ministros de Exteriores europeos. Ese fin de semana fue aprovechado por doña Letizia para asistir a un concierto en el Festival de Benicàssim. Su aparición de incógnito en la actuación de The Killers destapó la afición de la futura reina de España por la música indie, que según ella misma dijo no comparte con su pareja y sí con un grupo de amigos de la facultad.

La princesa de Asturias ha evitado a conciencia uno de los escenarios estivales favoritos de la familia real, el Club Náutico de Palma, donde el rey y sus hijos han competido en uno de sus deportes favoritos y se han relacionado con naturalidad durante lustros. Tal vez se debe a que allí dejó patente doña Letizia hace dos años su disgusto por el tradicional veraneo de sus suegros, cuando le espetó a una periodista que le preguntó por sus vacaciones "¿pero a ti esto te parecen vacaciones?" Que no soporta Mallorca, que cree que los mallorquines no la toleran, que en la isla se halla sobreexpuesta, eran los mimbres de un rechazo secreto atribuido a la princesa que ella misma se encargó de verificar. La presencia en solitario de su marido en la entrega de premios de la regata pasmó a los presentes, y la disculpa del príncipe ("alguien se tenía que quedar con las niñas") a unas informadoras, sonó a eso, a excusa. Preguntado por la ausencia de sus hijas en los cursillos de vela a los que asisten todos sus primos para deleite de la reina Sofía zanjó que "no hay que forzarlas".

Ese sábado los príncipes cenaron juntos con amigos, el domingo fueron al cine Augusta para ver Guerra Mundial Z y el lunes doña Letizia salió por la noche a picar algo con una amiga por el barrio de Santa Catalina, tras el posado que junto a sus hijas y marido protagonizó el La Granja de Esporles, donde en todo momento se mostró monosilábica y tensa. El martes acompañó a su familia política a la cena con las autoridades civiles y militares de Balears en La Almudaina. Algunos de los presentes relatan que, pese a no irradiar felicidad, los príncipes se mostraron cordiales y se trataron con normalidad, sobre todo en comparación con los reyes, que se dirigen la palabra a través de un tercero aunque se encuentren a unos centímetros el uno del otro.

Para sorpresa de todos, al día siguiente la princesa de Asturias regresó a Madrid junto a su cuñada Elena, dejando atrás marido e hijas. Marivent dejaba trascender los deseos del príncipe de que las niñas disfruten de algo de tiempo con sus abuelos. Ante la extrañeza general los portavoces de la Casa del Rey argumentaban con posterioridad que la espantada de doña Letizia se encuadraba dentro de la normalidad de quien desea "pasar unos días sola". Las infantas Leonor y Sofía retornaron a la capital con su abuelo el viernes, mientras su padre permanecía en Palma con la reina. Al día siguiente lo hizo don Felipe, y ese mismo sábado su mujer e hijas abandonaban España con destino a Suiza. Resulta difícil coincidir tan poco en el espacio y en el tiempo si no se planea.

El pequeño vodevil estival mallorquín protagonizado por la única pareja Borbón que quedaba libre de grietas no solo ha encontrado eco en los programas del corazón más superficiales. El evidente distanciamiento de quienes un día ocuparán la jefatura del Estado lo han reflejado incluso los medios escritos más monárquicos, resaltando sobre todo las dificultades de la experiodista Letizia Ortiz para adaptarse a su vida en palacio. Hablan de ella como perfeccionista, rígida, inasequible a ser aconsejada, deseosa de vivir su vida "con normalidad" y "como una funconaria" al margen de su familia política, y la describen como inflexible en su negativa a dar más peso su labor de representación, que resulta mínima si se la compara con otras princesas europeas. Escrutada al máximo desde que se anunció su compromiso con el heredero, ¿qué ha cambiado ahora? Según afirman, el príncipe se ha cansado de sus desaires, públicos y privados.

Para pasmo de personas de su entorno, don Felipe, de carácter apacible y conciliador, ya no oculta su intranquilidad por la capacidad de su mujer para adaptarse a su papel capital en la segunda línea de la sucesión a la corona, e incluso se cuestiona en voz alta su elección. Podría haber dado su brazo a torcer y regresado con doña Letizia a Madrid desde Mallorca, como el año pasado, tras una estancia breve, pero este año ha optado por evidenciar su apego a una tradición como las demás que sostienen la monarquía. Tras su viaje en solitario a la toma de posesión del presidente de Paraguay, se ha reunido, según Zarzuela, con su mujer y sus hijas para unas vacaciones en un destino secreto. Si esta idílica estampa familiar acaba por desvelarse por el bien de la institución que representa la pareja y para aplacar los rumores, ya se verá. Por lo que respecta a Mallorca, la calma ha vuelto a la isla después de esos breves días de mar de fondo en los alrededores de Marivent.