Ellos son Nigel Carter, Junko Kuroki, Smerald Spahiu y Gabriel Martí. Cuatro rostros de Reino Unido, Japón, Albania y Mallorca, respectivamente. Sus vidas y sus historias ponen nombre y apellidos a esta misión: la de dar a conocer su pasión por la música y por la Orquesta Simfònica de Balears, ´Ciutat de Palma´. Juntos cumplen más de 92 años ofreciendo lo mejor del repertorio clásico a la ciudad, a la que deben el nombre. Sus testimonios son una pequeña parte de lo que representa convertirse en músico profesional, en amantes del lenguaje universal "más poderoso del mundo".

Junko Kuroki es japonesa. Prefiere no desvelar su edad, pero sí el año en que descubrió Mallorca. Ingresó en sa Simfònica en 1989, como solista de viola, aunque su primera experiencia fue con el violín, a los cuatro años. Ávida de experimentar con músicos de otras orquestas en Europa, decidió viajar a Holanda, donde estuvo estudiando y "probando suerte". Mandó muchas "cartas" hasta que la oportunidad se materializó en la isla.

"Es tan diferente tocar sola... decidí cumplir mi sueño y entrar en una orquesta sinfónica", explica.

Y es que el trabajo que desempeñan los intérpretes -que por otro lado se sitúan en la escala más alta del sistema musical- es una carrera que comienza desde muy joven y no termina nunca.

"Es una formación continua. Tienes que estar preparada física y mentalmente", consensúa con sus compañeros. Su día a día transcurre entre ensayos colectivos por la mañana -nunca más de cuatro horas seguidas- y prosigue con jornadas de dos horas de estudio por las tardes. De media, la orquesta suele ofrecer un recital por semana.

"Ningún concierto es igual. A veces repites, pero cada uno te exige una preparación distinta y eso requiere que siempre estés con el instrumento en la mano", explica.

Cada compositor escribe para una plantilla diferente. Por eso, otro de los músicos, Nigel Carter, opina que reducir la orquesta "limitaría mucho nuestro repertorio". "Los políticos se piensan que se pueden quitar músicos profesionales y que toquen estudiantes en su lugar". Para estos últimos, "es una buena experiencia", pero propone otra alternativa "¿ por qué no quitar a unos cuántos políticos (que a diferencia de los músicos, muchos ni han estudiado la carrera) y sustituirlos por estudiantes?", inquiere.

Es por ello que Gabriel Martí Borrás (Palma,1963) con 24 años tocando en sa Simfònica -aunque ha estado tres como profesor del Conservatorio- aconseja a su hija "que se piense bien si quiere dedicarse a esto". No porque ahora la agrupación esté pasando por su peor momento de la historia, más bien porque la "vocación" y las ganas de reciclarse cada día tienen que existir. "No es como una afición", matiza. "Es una inversión de muchas horas, tocando solo y dispuesto, además, a hacerlo toda la vida", sostiene.

El violinista, que entró en la formación como meritorio en 1980 (cuando todavía no estaba profesionalizada la banda) lo hizo después de pasar por el Conservatorio. "Entonces había muy poca gente que estudiaba música". Ahora, cada año se licencian, sólo de clarinete, entre 100 y 200 personas, lo que incrementa aún más el nivel y la "competitividad", pues las oposiciones para entrar en las orquestas son públicas, exigen un título superior y se anuncian a músicos de todo el mundo.

"Somos muy conscientes de ser los herederos de aquellos músicos que desde los años 40 han luchado para que haya una orquesta decente en Balears: tenemos una responsabilidad de defender la formación que ellos crearon", manifiesta Carter.

Música y teatro para niños

El británico, que lleva viviendo en la isla 23 años (desde que ingresó en la formación), alterna su profesión de trompa solista con actividades para niños. Desde hace seis años se dedica a crear proyectos músico-teatrales y audiovisuales con la intención de transmitir su conocimiento y su amor por la música clásica a las futuras generaciones. "No debemos olvidar que la música que hacemos está financiada por las instituciones porque cumple una función social", recuerdan. "Una isla sin orquesta es una isla sin futuro musical ya que los jóvenes que estudian en el Conservatorio dejan de tener metas que perseguir", piensa Kuroki.

Al respecto, este periódico recibió un comunicado de otro de sus compañeros. Su nombre es Luiz Mizrahi, violinista de sa Simfònica. Rezaba así: "Sin literatura, sin pintura, sin teatro, sin cine. Sin muchas otras actividades artísticas que nacen del corazón, nuestra existencia como seres humanos sería vacía. Como ejemplos, cita a Bach, Beethoven, Brahms y muchos otros "prohombres" de la humanidad, "cuyos nombres perduran y perdurarán a través de los siglos por ser capaces de transmitir, con su música, los sentimientos humanos".

"Y nosotros, como músicos profesionales, debemos hacer lo mismo", insiste Carter. Añade que, en los proyectos didácticos de los que se responsabiliza, existen muchos músicos involucrados y su programación se realiza con un presupuesto "cero" de dinero público: "Hemos llevado a cabo 70 funciones de seis producciones que me han costado personalmente más de 6.000 euros", confiesa Carter. "Hemos llenado el Auditòrium, el Conservatorio y el Teatro Principal. Y a ninguna de los setenta conciertos ha asistido ningún político", asegura.

Dadas las circunstancias, uno se imagina lo peor. Pero no puede ser. No después de que el gerente de sa Simfònica, Marcelino Minaya, haya manifestado en una entrevista a este periódico que no concebía "la oferta turística de Balears sin sa Simfònica", recuerdan los intérpretes. Otro de los prismas de la formación, desde el punto de vista educativo y social, es el de promoción. "En una isla como Mallorca, con una población de más de un millón de habitantes, tener una orquesta que da conciertos de ópera, de ballet, de zarzuela, con la coral... es tener asegurado un efecto económico", opina Kuroki. Por eso hay que apoyar a sa Simfònica, opina Luis Mizrahi: "Significa decirte a Beethoven: ´tú nunca fuiste sordo al alma humana". Aclararle que, tan sólo son los políticos los que nunca se han tomado enserio tu legado".