La materia, la sustancia pictórica, el collage, la abundancia de elementos como la tela o la cera han irrumpido en el trabajo de Natasha Zupan, artista que llevaba más de diez años sin exponer de manera individual sus obras.

Una década de exploración en diferentes técnicas, de introspección sobre la pintura y sus efectos en el espectador han conducido a la artista, afincada entre Nueva York y Mallorca, a un periodo mucho más colorista y sólido. Cada pieza de la muestra de Zupan, que se inaugura hoy a las 20 horas en Aba Art Convent de la Missió en el marco del Festival Miradas de Mujeres, es una pieza de orfebrería trabajada por capas. A veces utiliza pan de oro, otras veces papeles, fragmentos de poemas, periódicos, telas bordadas antiguas o cera encáustica, para después pasar a cubrir dicha superficie de óleos coloristas. Sin duda, Zupan está en un periodo optimista. Un hecho que puede comprobarse si se comparan estas piezas recientes con la obra más grande de la exposición, un lienzo en blanco que funciona como eslabón a su anterior muestra individual, en la que trabajó con prendas de mujer y su caída natural sobre el cuadro.

En la reutilización de textiles antiguos como el crochet o el damasco, Zupan exhibe una clara preocupación por el paso del tiempo y la memoria, así como una creencia en la continuidad de los intercambios históricos y culturales como una manera de comunicación y de asociaciones.

La hija del pintor Bruno Zupan enlaza con su serie de pinturas y collages, realizados en los dos últimos años, los ángulos matérico y pictórico, y al mismo tiempo reflexiona sobre la manera de pintar. No en balde, la muestra es una búsqueda hacia el corazón de la pintura.