Catalina Valls estuvo retirada de los escenarios por motivos familiares durante cerca de veinte años. "En esos momentos dejé de ser yo y me convertí en una persona completamente apagada. Ahora puedo decir que volver al teatro me ha salvado", confesó a DIARIO de MALLORCA con motivo del estreno de la segunda versión de Mort de Dama que representó en el Teatre Principal en el año 1998.

Precisamente fue esta obra de Llorenç Villalonga la que le consagró como una de las grandes del teatro mallorquín. "Me dio categoría como actriz", afirmó refiriéndose a un papel, el de Obdulia vella, con el que le atrapaba "un áura muy especial". Sostenía Catalina que tenía "un punto de locura", quizá por eso siempre quiso representar y nunca se lo ofrecieron La loca de Chaillot, una obra que le entusiasmaba. En el teatro encontró un medio con el que "hacer unas cosas que la vida me prohibe".

La crítica –"si no tuviera un espíritu crítico, no sería actriz"– y, sobre todo, el público y sus compañeros, siempre la aplaudieron. El próximo día 29, en el Principal, volverá a quedar demostrado, cuando se le entregue el premio de Honor de los Escènica.