Maruja Alfaro compartió amistad y escenario con ella. La conocía desde hacía 53 años y se consideraban "más que amigas, como hermanas". La amistad, para Catalina, "era un culto", y el teatro, algo que "amaba por encima de todo". Ambas compartieron un mismo papel, el de Obdúlia, con el que lograron "un éxito rotundo".

Mercè Marrero, que trabajó con ella en la segunda versión de Mort de dama, la del 98, subrayó su "generosidad" y "humor". Con su fallecimiento, el teatro pierde "un referente". También coincidió en ese mismo montaje Aina Cortés, que conocía a Valls "desde que yo era un bebé". "Mi abuela y Cati eran vecinas en Palma y estaban todo el día juntas. Recuerdo el día en el que se enteró que yo quería ser actriz. Me dio consejos pero lo que más me transmitió fue su pasión por esta profesión".

"Era muy leal con sus amigos, una persona entrañable, inteligente y llena de fortaleza", señaló una de sus compañeras en las tertulias que convocaban una vez por semana, la también actriz Paquita Bover. "Muy emocionada", la veterana intérprete destacó su talento "para los papeles dramáticos", su dedicación "en cuerpo y alma en todos los proyectos en los que participaba" y su pasión por la música y la poesía, "era una gran recitadora".

En los años 80 y 90, Catalina Valls participó en numerosas producciones teatrales trabajando los más diversos registros, como demostró con Diabéticas Aceleradas en Ses Matanceres i 3: nines, hem de matar sa vella. "Se divirtió mucho con nosotros. La vestimos de vedette y quedó encantada. En el bar del Auditòrium, antes de las representaciones, miraba las esquelas de los diarios y nos decía: podemos ir, aún no salgo ahí. Mantuvo las ganas de comerse el mundo hasta el último momento", afirmó Pep Noguera.

"Amaba el teatro por encima de todas las cosas", recuerda Caterina Alorda, compañera de reparto en La dida, de Salvador Galmés. "Hizo teatro en una época muy concreta y complicada, y además en catalán. Los actores de hoy hemos recogido su legado y le debemos muchísimo", subrayó la actriz para la que "hoy (por ayer) es un día muy triste".

Aunque fue en el teatro donde Catalina Valls desarrolló la práctica totalidad de su carrera artística, en los últimos tiempos era habitual verla por los platós de rodajes de series como Mossèn Capellà o Llàgrima de Sang. "Sobre todo recuerdo sus ganas de aprender, su necesidad de saber más del papel del intérprete en televisión o en el cine", cuenta Simón Andreu. "Era una señora moderna y de espíritu joven. Lo suyo era una vocación indestructible", apuntó Cati Solivellas, que coincidió con ella en una de las producciones de IB3. "Lo hizo todo para y por el teatro de la isla".

Amante de la lectura, también se animó a la escritura, tanto en catalán como en castellano. De su producción teatral destaca Amor que renace, que escribió con sólo 13 años; La forastera de can Parera (1947), Dubte (1950) o Cárcel de silencio (1953), entre otras. Coqueteó además con la poesía, una muestra de ella se encuentra dispersa en revistas como Arboleda, Por Libre y Sa Roqueta. "Ella se emocionaba siempre con todos los proyectos, era muy enérgica y muy irónica". Habla una "triste" Assun Planas que vio por última vez a Catalina Valls en casa de su abuela, el pasado septiembre, en el día de la Mercè. "Era una persona más de mi familia y nos admirábamos mutuamente. Tenía talento natural".

Los últimos años de su vida, Valls recibió varios premios y homenajes. Este periódico, en 1998, ya le concedió un Importante por su trayectoria. Antena 3 la galardonó con su Antena de Oro y recibió el Premi Ramon Llull de les Arts de las Balears.

Pero sin duda, el mayor de los homenajes son las palabras de cariño y de agradecimiento. "Era muy estimulante ver cómo apoyaba a los jóvenes de la Escola Superior d´Art Dramàtic de les Illes Balears, siempre tenía una palabra positiva. Pero lo mejor es que nunca perdió las ganas de jugar a hacer teatro", subraya Carles Molinet, actor y director.