El fútbol no morirá nunca por partidos como el de hoy. No lo podía tener peor el Mallorca, que antes de cumplirse el primer cuarto de hora ya perdía por 0-2. Un error de Reina, al colársele el balón en el primer palo a disparo de Rafa Mir y un despiste colectivo de toda la defensa en el tanto de Rubén Castro confirmaba el desastre. El Mallorca había salido con una empanada considerable y estaba obligado a la heroica si, por lo menos, quería sacar un punto ante el Las Palmas.

Ha reaccionado bien el equipo de Vicente Moreno. En partidos como el de esta tarde hay que encontrar la respuesta a porqué este equipo no deja indiferente a nadie. Gustará más o menos, jugará mejor o peor, pero los futbolistas lo dan todo sobre el terreno de juego. Hoy no ha sido una excepción. Cualquier otro equipo se hubiera venido abajo con dos goles en contra al cuarto de hora. No el Mallorca. No este Mallorca, a quien Moreno ha sabido inculcarle un gen competitivo que le permite soñar con cualquier cosa. Si ante el Extremadura la sensación es que se habían perdido dos puntos, con el dichoso penalti en el último minuto, hoy es totalmente lo contrario. Se ha ganado uno porque el partido estaba perdido al cuarto de hora.

El Mallorca ha atacado bien, ha jugado abierto por las bandas y cada vez ha llegado con mayor peligro al área de Raúl, guardameta del Las Palmas. Manolo Jiménez cada vez se mostraba más inquieto en su banquillo. No lo veía nada claro. Tenía motivos. La defensa amarilla no sabía cómo frenar las incursiones de Salva Ruiz por su banda izquierda, la movilidad de Lago, el juego combinativo de Stoichkov y las penetraciones de Aridai. Ni el compás de Salva Sevilla, que ha vuelto a mostrarse como un jugador imprescindible.

El premio tenía que llegar. Y ha llegado en las botas de Lago, que aprovechó que a Raúl se le escapó un disparo de Fran Gámez para poner la caña. Era el minuto 41. Lo más difícil estaba hecho. El equipo se había ganado el derecho a soñar. Lanzado, ha ido a por el segundo antes del descanso. Y lo ha conseguido. Un saque de esquina botado por Salva Sevilla lo ha aprovechado Stoichkov, en su primer partido como titular, para empatar un partido que parecía perdido. Un final de primera parte de película en donde se ha combinado la acción, el suspense y el misterio.

La segunda parte ha sio más tranquila por parte de los dos equipos. Se ha jugado en el centro del campo y los guardametas han tenido menos protagonismo. El Mallorca parecía acusar el gran desgaste realizado en la primera parte. La lluvia ha contribuido lo suyo, haciendo más pesado el terreno de juego. El Mallorca ya no llegaba al área rival, sí el Las Palmas. Y con mucho peligro. Reina ha evitado el tercero de los de Jiménez en el minuto 71 a remate de Rubén Castro. La jugada ha nacido de una pérdida de la pelota de Fran Gámez, que ha demostrado su nerviosismo nueve minutos después cuando ha vuelto a perder un balón que le ha quedado franco a Araujo. Con todo a favor su disparo se ha ido ligeramente desviado para alivio de una afición que ya hacía muchos minutos que daba por bueno el empate.

El dominio del Las Palmas era cada vez más agobiante. El Mallorca se había quedado sin pilas. Y para colmo, Estupiñán, que hacía diez minutos que estaba sobre el terreno de juego en sustitución del lesionado Salva Ruiz, tuvo que ser sustituido, también lesionado, por Russo. Al final, un empate que deja más satisfecho al Mallorca que al Las Palmas, que a lo mejor no se ve en otra igual en toda la temporada. De los seis puntos por los que se suspiraba antes de afrontar estos dos partidos consecutivos en Son Moix, el Mallorca se tiene que conformar con dos. Podría haber sido mejor, pero también peor.