Sus rostros lo decían todo. No eran goles cualquieraNo eran goles cualquiera. Ni para Raíllo, ni para RaílloLago Junior, por mucho que esté más acostumbrado a marcarlos. No solo por la trascendencia del encuentro de ayer ante el Mirandés, sino por la losa que tienen encima desde aquel terrible 4 de junio, precisamente en Anduva, cuando el Mallorca descendió a Segunda B. "Tengo una espina clavada con esta afición y este año pienso arreglarlo", decía el delantero la pasada semana en una entrevista a DIARIO de MALLORCA. "Tanto Lago como yo estamos en deuda con esta afición. Yo llegué aquí con un Mallorca en Segunda División, estando en una categoría superior, y soy consciente de que soy uno de los partícipes por los que descendió el equipo. Al final, qué menos que devolver al equipo al sitio donde lo encontré", explicó el central el miércoles también a este periódico. De ahí que sus dos tantos, tal y como reconoció el propio técnico Vicente Moreno en rueda de prensa, estén cargados de simbolismo. Pero queda lo más complicado, que es rubricar el trabajo el domingo en un escenario que trae tan malos recuerdos al mallorquinismo.

Lago, que al contrario que su compañeró sí jugó aquel fatídico encuentro, tardó poco en demostrar sus intenciones. Solo habían pasado un minuto y cincuenta segundos cuando batió a Limones. El africano, que cuajó una soberbia actuación, se aprovechó de un gran pase de Joan Sastre para rematar con un tiro raso y desatar la locura en Son Moix. Corrió hacia el banquillo para abrazarse con Moreno, con quien ya ascendió con el Nàstic de Tarragona en 2015. El marfileño, además, estuvo especialmente inspirado a la hora de hacer daño al rival, tanto cuando actuó por la banda como, al final, como ariete.

Raíllo, por su parte, encontró en el minuto veinticuatro el premio del gol que tanto ha buscado desde la temporada pasada. Y lo hizo justo cuando más lo necesitaba el Mallorca. El central se elevó hasta el cielo para cabecear en un saque de esquina con tanta fuerza que dejó sin reacción al meta del Mirandés. El cordobés cerró los ojos y corrió para celebrarlo con el segundo entrenador Dani Pendín, que es el encargado de las acciones de estrategia del equipo y con el que llevaba tiempo practicando esta acción.

Ahora solo falta que estos dos jugadores, que decidieron quedarse el pasado verano para que fueran referentes en este Mallorca, respiren aliviados por devolver al club donde lo encontraron. Será una forma de cerrar el círculo y de cumplir con ellos mismos y, por supuesto, con los aficionados. Están en el buen camino.