Tenía razón el consejero delegado Maheta Molango cuando dijo el jueves que el Mallorca estaba en la "miseria deportiva". Partidos como el de ayer, aunque hay una decena más para explicarlo, lo ilustra perfectamente. Perder en el descuento es cruel, demasiado para la dramática situación que está viviendo el equipo, sobre todo cuando en el minuto ochenta y siete había conseguido, con un golazo de Moutinho, salvar un punto que tampoco servía para mucho. Pero si los goles del rival de turno, por enésima vez, llegan por errores propios, dejan cualquier excusa en ridícula. Y el decisivo tanto de Álex González en el minuto noventa y tres es imperdonable. Juanjo dejó todo el tiempo del mundo a César para que centrara y Angeliño, en un grave fallo de marcaje, se dejó ganar la posición para que el local cabeceara sin oposición.

La herida que deja el Huesca es de dimensiones incalculables. El técnico Javier Olaizola lo ha probado todo y el resultado es el de siempre. Sumar once puntos de treinta y nueve no tiene defensa posible en el fútbol profesional, por mucho amor y esfuerzo que se ponga en el trabajo diario. Es verdad que su Mallorca compite más que el de Vázquez, pero no está siendo suficiente. A falta de doce encuentros y estando en descenso, lo responsable es buscar un relevo que intente el milagro. Las culpabilidades no se deben centrar en el vasco, ni mucho menos, sino en unos jugadores tan bien tratados como improductivos en el campo. Y sobre quién les ha elegido también. Pero como esto se trata de evitar el desastre como sea, hay que tomar medidas desesperadas porque la situación lo demanda. Si Olaizola no se va a un lado, es Molango el que debe moverlo. Pero algo hay que hacer para cambiar esta esperpéntica y dolorosa dinámica que está cerca de dejar a un club centenario en Segunda B, para mayor vergüenza de todos los que lo forman.

La primera parte fue fea. Con un ritmo bajo y un juego muy tosco, ninguno de los dos equipos se imponía con claridad al otro. La pelota estaba más en el aire que sobre el césped, un aspecto que desquiciaba a Olaizola, que no se podía creer la ocasión que desperdiciaron sus pupilos en el minuto veinticinco, la más clara con diferencia. Salomao, que pasó de estar en la grada ante el Lugo a titular en El Alcoraz, protagonizó una sensacional acción por la banda, regateó a Akapo y centró al corazón del área y Dalmau, después de controlar la pelota, obligó a lucirse a Herrera con una sensacional parada tras el disparo del palmesano.

El Mallorca conseguía desactivar a Samu Sáiz, el alma de los locales, y apenas concedía opciones ofensivas a los aragoneses. El problema es que estaba tan plano como previsible en ataque y sin sacar partido de las numerosas faltas que lanzó desde la frontal.

La reanudación empezó con un cabezazo de Ansotegi fuera. La respuesta del Huesca llegó rápido, con otro testarazo de Aguilera que blocó Cabrero. Los bermellones empezaron a perder solidez atrás y eso lo aprovecharon los de Anquela, que sin hacer nada del otro mundo, se adueñaron del partido. Aguilera volvió a cabecear a placer, aunque sin puntería.

Olaizola introdujo a Brandon, pero la dinámica no cambió demasiado. Hasta que llegó la enésima jugada a balón parado que el Mallorca defiende mal, que ya costaron derrotas en Oviedo y Girona. El balón quedó muerto en el interior del área tras un saque de esquina y Melero, el más listo de la clase, se aprovechó de que la zaga solo miraba para meter la puntera y batir a Cabrero.

Los baleares quedaron muy tocados, al igual que Olaizola, que sentó a Lekic e introdujo a Pol Roigé y, poco después a Moutinho anulando su fallida apuesta inicial con el balcánico y Dalmau. El equipo dio un paso hacia adelante y Ansotegi se quedó con las ganas de encontrar el premio al enviar un testarazo al larguero. Ver para creer. Poco después, Pol Roigé, con toda la portería para él desde la frontal, envió el balón a las nubes. Hasta que con un golpe de corazón, Moutinho marcó de un soberbio disparo desde fuera del área. Era el minuto ochenta y siete y todo apuntaba a que el Mallorca sumaría al menos un punto. Pero nada más lejos de la realidad. Las piernas empezaron a temblar a todos los rojillos menos a Cabrero, que realizó una soberbia parada a disparo de Vinicius. Y cuando el partido debía haber muerto, llegó el cabezazo de Álex González que deja temblando el escudo bermellón.