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Análisis

No hay consuelo posible

Solo pareció que al Mallorca le iba la vida en ello en los últimos cinco minutos del partido ante el Lugo, cuando acababa de empatar con el gol de Lekic. En los ochenta y cinco anteriores parecía que le daba igual seguir una semana más en puestos de descenso y agudizar una crisis que da pánico. Dice Olaizola que sus jugadores tenían ansiedad. Y seguro que es verdad, pero lo que debería ser innegociable es demostrar con hechos, no solo ante los micrófonos, que quieres ganar partidos. El Lugo, que no es el Brasil del 70, jugó muy cómodo porque el Mallorca apenas le puso en aprietos, sobre todo en una primera parte para indignarse si uno es bermellón. Quedan trece finales, y después de Huesca quedarán doce y después de medirse al Levante quedarán once. Cada semana repetimos lo mismo sin que el equipo haga los deberes de verdad cuando llega la hora. Y eso es lo que desespera. Ayer tiró a la basura una fantástica oportunidad y, por margen que quede por delante, hay que espabilarse de una vez. Consolarse con que el Mallorca podría haber ganado por el poste de Dalmau es muy pobre, como toda la temporada.

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