Seis semanas de confinamiento. Seis semanas duras en las que hemos tenido que exprimir el cerebro al máximo para que las horas pasen, pero sin aburrirse. Quizás nunca habíamos pasado tanto tiempo seguido con los padres o familiares más cercanos pero, ¿y los jóvenes que estudian fuera y siguen ahí? Cada año cientos de universitarios de Balears abandonan las islas para estudiar sus respectivos grados en la Península. Por lo tanto, al hecho de estar aislados se le tiene que sumar, en esos casos, la distancia con la familia directa, el pago del alquiler del piso o residencia, o la docencia telemática que, según explican algunos de ellos, está siendo un poco descontrolada y "muy saturada" de trabajo.

Maria Magdalena Mas, Maria Magdalena Veny y Noelia Sard manacorines de 21 años que cursan Psicología, Estudios Ingleses y Traducción e Interpretación, respectivamente, en la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB). Las tres, amigas ya "desde muy pequeñas", viven en un piso de Sabadell y coinciden en que lo mejor ha sido quedarse porque "así podemos mantener un buen ambiente de estudio, que es lo más importante por la gran carga de trabajo que tenemos, más incluso que con las clases presenciales".

Tanto Mas como Veny afirman que con la aprobación del estado de alarma no pensaron en volver, aunque en el caso de Sard es diferente. "A mi hermano pequeño Marc, que estudia en el sur de Francia, le cerraron el internado en el que estaba y fui a buscarlo con mi coche para llevarlo al puerto de Barcelona, ya que estaban cancelando vuelos", explica. Al llegar al puerto, se encontraron con que todo estaba lleno de estudiantes que volvían a Mallorca, incluso tuvo que comprar el billete el día siguiente. "En ese momento sí me lo pensé, pero decidí quedarme", añade Sard.

Por su parte, Marc Abad, estudiante de 21 años de Derecho y Criminología en la UAB y residente en Sa Cabaneta, recuerda que la semana en la que se decretó el confinamiento se encontraba en Mallorca. El hecho de necesitar un buen ambiente de estudio también le incitó a volver, en su caso a la Vila Universitaria, la residencia de la UAB con capacidad para más de dos mil personas. "Además trabajo en una cadena de restaurantes, y prefería estar en Barcelona por la incertidumbre de qué pasaría", añade.

A parte de la necesidad de estudio, otros motivos han empujado a los universitarios a seguir lejos de Mallorca. "Pensé que era mejor quedarme por el riesgo que suponía poder transmitirlo a mis padres, ellos comprendieron los motivos", destaca Gonzalo Mota, un joven de 22 años de Santa Maria que cursa Economía y Finanzas en la Universidad Autónoma de Madrid (UAM). "Mis compañeros de piso se fueron en coche porque viven en la Península, pero yo tenía que pasar por el aeropuerto, y no me hacía tanta gracia", prosigue. Él celebró su cumpleaños el 1 de abril, y ese día no faltaron las videollamadas con la familia y amigos. "Mis padres hicieron una tarta y cuando soplé se apagaron las velas a distancia, parecía magia", recuerda entre risas.

Lo más duro de estar confinados, y en eso coinciden todos, es el hecho de no poder despejarse quedando con los amigos, pasear y estar en contacto con la naturaleza o hacer deporte. Por ello, han tenido que recurrir a otros hobbies o establecer rutinas de estudio y ejercicio. "Tenemos un 'diario del confinamiento' que, a parte de ayudarnos a saber en qué día estamos, apuntamos lo que realizamos que se salga fuera de lo común, como los robiols que hicimos en robiols Semana Santa, explican las tres jóvenes de Manacor. "He descubierto que me encanta cocinar y paso mucho más tiempo leyendo", declara por su parte Abad. No es que no echen de menos a la familia, sino que después de cuatro años estudiando fuera se han acostumbrado a vivir en la distancia. "Más que añoranza, que también, lo que sentimos es preocupación por cómo están", remarca Veny.

Pisos, residencias o colegios mayores suponen un gran gasto para los padres o los universitarios que trabajan para pagárselo, y en estas semanas en las que a muchos se les ha impedido trabajar, se han visto diferentes actitudes de los propietarios para ayudar -o no- a los estudiantes. "En otras residencias se mantiene el precio normal, pero por lo menos en la Vila nos han dado la opción de rebajar el alquiler a la mitad o rescindir el contrato", destaca Abad. En este sentido, Mota subraya que a él le han facilitado el pago con un 40% de descuento, "y a ver si en los siguientes meses sigue así". Por su parte, las tres jóvenes de Manacor explican que en su piso siguen pagando lo mismo. "Hace dos años ya estábamos aquí pagando un 20% menos que ahora por las mismas comodidades. Con el confinamiento no nos han bajado el precio, veremos la factura de la corriente...", lamentan.

El caso sanitario

Guida Sbert, universitaria de 21 años de Santa Maria, estudia cuarto de Medicina en la Universidad de Barcelona (UB) y desde el inicio del aislamiento se encuentra en Mallorca, aunque vale la pena conocer su caso. Ella estaba haciendo prácticas de otorrino en el Hospital Clínic, uno de los más importantes de Cataluña, durante la semana en la que se decretó el confinamiento. "Unos días de locura", así lo califica.

"El lunes nos tocaba entrar a quirófano y no nos dejaron pasar porque la UB había prohibido a los de Enfermería hacer prácticas pero a nosotros no, no sé si tienen una inmunidad diferente o algo. Había mucha confusión", explica Sbert. El decano de la facultad es el doctor Trilla, importante epidemiólogo que se le ha entrevistado en diversos medios nacionales y es columnista habitual en La Vanguardia desde el inicio de la pandemia. Según explica la estudiante, el decano y miembros de la dirección eran partidarios de mantener las prácticas. "Ellos pensaban que si a los futuros médicos se les enseña a irse durante una pandemia, en el futuro no estarían preparados, y es una cosa que entiendo", destaca.

Finalmente, el jueves por la mañana llegaron al hospital y les avisaron de que las prácticas se suspendían, cuando la noche anterior les confirmaron que seguían en pie. "La supervisora me dijo que hiciese las maletas y volviese a Mallorca. Esto no nos lo decía como doctora, sino a modo personal, ella tenía más información que nosotros y nos lo recomendó", recuerda Sbert. Desde entonces, la estudiante se ha mantenido confinada en Mallorca a la espera de poder recuperar esas horas de prácticas, "y así saber qué especialidad quiero hacer".

CONTENIDO_RELACIONADO

  • Consulta todas las noticias del coronavirus en Mallorca

FIN_CONTENIDO_RELACIONADO