Entre Sant Joan, Petra y Ariany producen más del 90% de los tomates de ristra y de ramellet que se consumen en Mallorca. Los tres municipios del Pla concentran el mayor número de hectáreas y las condiciones de temperatura y tierra idóneas para garantizar el futuro del fruto más emblemático de la cocina mallorquina.

Guillem Adrover, gerente de Agroilla, sabe de lo que habla. La empresa cultiva cada año más de un millón de kilos de los dos tipos de tomate: 250.000 kilos de autóctonos y 800.000 de híbridos, que son los primeros en salir y exportarse también hasta el levante peninsular. "El año pasado enviamos un 40% de la producción, este año la cifra bajará hasta un 5 o un 10%", explica.

La disminución de la exportación significa que el tomate español se ha recuperado respecto a la producción del pasado ejercicio y no reclama un complemento. "Los precios a los que los productores venderemos este otoño el tomate a los clientes (supermercados, fruterías y hoteles), serán la mitad de los de 2014". Estamos hablando de 80 céntimos el kilo para el tomate recién cosechado, de un euro el kilo para el que ya haya reposado 15 días y de 1,50 euros para el denominado Select, el que ha podido reposar un mes entero antes de salir al mercado. Otra cosa es al precio que estos clientes vendan al consumidor final.

Según comenta el agricultor arianyer Toni Ribot, "este año produciremos a razón de 25.000 kilos de tomate por hectárea, teniendo en cuenta que en cada una caben unas 4.500 plantas". Distribuidos entre 17 hectáreas dedicadas al de ristra y unas 12 a las de ramellet.

Pero, ¿qué es necesario para conseguir un buen producto? "En primer lugar el factor más importante es el suelo, su calidad. Es necesario que la tierra sea arcillosa, grasa, que aunque sea seca por fuera aguante la humedad", concreta Ribot, "lo que hace que la producción sea más sabrosa y con más azúcares". Unas condiciones que en pocas comarcas se dan con tanta concreción como en el Pla de Mallorca. El segundo condicionante es la temperatura, que debe mantenerse entre los 30 y los 36 grados centígrados. "Cuando la temperatura es mayor, como ha pasado estas últimas semanas, la planta empieza a perder las flores", explica. Actualmente existen más de 200 clases de semillas distintas para los tomates de ramellet.

Sin embargo lo que parece que se empieza a controlar es la plaga de la Tuta, la larva que durante los últimos seis años había echado a perder muchas cosechas en toda la isla. "Llegamos a colocar hasta 20 indicadores con hormonas para atraerlas por cada hectárea. Este año solo hemos puesto dos".

El tomate de ristra (por su forma de ser cultivado) proviene de la mezcla de varias semillas y ya se encuentra en mercados y fruterías. El autóctono de ramellet, cultivado a ras de suelo, se empezará a recolectar de agosto a octubre.