El arquitecto y escultor Guillem Sagrera fue y sigue siendo uno de los mayores referentes artísticos y constructivos del gótico Mediterráneo. Un genio que durante el siglo XV definió, por ejemplo, dos de las imágenes más icónicas de Ciutat: la Llotja y el Portal del Mirador de la Seu, que fue terminado por su propio hijo Francesc.

Guillem Sagrera nace en Felanitx aproximadamente en 1380 y muere en Nápoles en 1456. Tras pasar su juventud en la isla, decide emprender viaje a Perpinyà (en aquellos momentos bajo la influencia catalanomallorquina) donde aparecen documentadas sus primeras obras importantes. En 1416 ya consta como maestro mayor de la iglesia de Sant Joan, paralizada durante años y que el felanitxer reactivó transformándola con un proyecto modélico definido por una gran nave central y capillas entre contrafuertes.

Seis años más tarde se instala en Palma para responsabilizarse de parte de las obras de la Seu. Entre su legado destaca sobre todo el Portal del Mirador, de finales del siglo XIV, el más importante conjunto escultórico del gótico mallorquín, cuyos trazos iniciales corresponden a Pere Morey, Jean de Valenciennes, Enric Alemany y Pere de Sant Joan, pero que Sagrera se encarga de elevar a la categoría de obra maestra.

Pero es en 1426 cuando el Col·legi de la Mercaderia le encarga su mejor obra en la isla: la Llotja; el primer caso conocido en que un autor asume la responsabilidad tanto del proyecto como de la construcción íntegra de la obra hasta sus últimos detalles. Sagrera se comprometió a finalizarla en quince años. De patrones góticos pero de espíritu renacentista por su equilibrio, el interior de columnas helicoidales es diáfano y cautivador. Tanto que su continuidad en los nervios de las bóvedas de crucería fue repetidamente imitada después, por ejemplo en la Llotja de València.

De planta rectangular y composición sencilla, las fachadas del edificio quedan enmarcadas por torres octogonales en los ángulos, uno de los motivos más definitorios y distintivos de Sagrera.

Tras varias disputas con el gremio de comerciantes, Guillem viaja al sur de Italia acudiendo a la llamada del rey Alfons el Magnànim, para colaborar en la reforma del Castel Nouvo (Maschio Angioino) de Nápoles, de estilo ya plenamente renacentista. Sagrera será el encargado de reorganizará el edificio, sus torres circulares y la conocida como Gran Sala dels Barons, hasta su muerte.