El Dijous Gros no es el Dijous Bo. No hay punto de comparación posible, pero ello no significa que el mercado primaveral que Inca ha rescatado del olvido no tenga interés comercial ni curiosidades dignas de ser comentadas. De hecho, muchos firmarían que los paseos por la feria que se celebra en noviembre fueran tan tranquilos como los de ayer, porque así uno puede fijarse en detalles como la parada de pájaros que se había instalado cerca del mercado cubierto, en la que se mostraba un ave de origen africano, de color azul brillante, valorada en 700 euros. "Por este precio, seguro que canta o baila", comentó un visitante con ironía. A su lado, una abubilla enjaulada también llamaba la atención del público, acostumbrado a ver a los populares ´puputs´ volando en libertad por la ´foravila´.

Algunos puestos de venta que rodeaban el edificio del Mercat Cobert destacaban por su originalidad. Un hombre que se dedicaba a fabricar bolígrafos de madera congregó a una multitud alrededor del torno que usaba para moldear los trocitos de madera que después se transformaban en pequeños cilindros para forrar los bolis.

Los productos gastronómicos siempre triunfan. Un puesto de embutidos no paró de ofrecer degustaciones de queso y otros manjares autóctonos que los turistas saboreaban con interés antes de comprar unas sobrasadas para llevar a sus países e invitar a las amistades. Esto también es promoción turística.

Y menos mal que no tuvo que lamentarse ninguna desgracia, porque durante toda la mañana unos operarios estuvieron trabajando en el interior de una alcantarilla de la calle Major que permaneció abierta casi todo el tiempo. El agujero quedó disimulado detrás de unas paradas de venta, pero el boquete era lo suficientemente amplio para provocar un disgusto a algún despistado.