Los periodos entre elecciones se pasan con la misma rapidez que los veranos. Cuando uno se da cuenta, ya han pasado, y se encuentra con la fanfarria de la cartelería electoral en un caso y el frío otoñal, por otro lado. Y eso es así, porque entre precampañas, campañas electorales, noches electorales, resacas electorales y movidas varias postelectorales, el margen de respiro es mínimo para los sufridos ciudadanos.

Pongamos el caso de Calvià. Cuando, en teoría, aún quedan como algo muy lejano los comicios de 2015, ya se están produciendo los primeros movimientos (subterráneos) para posicionarse. Hay conversaciones preliminares en busca de alianzas que eviten la galaxia de partidos que concurrió a las elecciones de 2011 y que, en la práctica, benefició el predominio de los partidos mayoritarios (PP y PSOE). Se empieza a tantear a las bases para ver si tragarían o no con esos posibles pactos. Los hay que ya tienen medio decidida su lista electoral y los que empiezan a confeccionarla. Dentro de nada, hombres y mujeres muy sonrientes volverán a adueñarse de farolas y paredes para pedirnos fe eterna bajo el paraguas de unas siglas.

Rodríguez Zapatero se da una vuelta por el pleno

José Luis Rodríguez Zapatero andará estos días haciendo lo que suelen hacer todos los expresidentes de Gobierno. Relajándose, pontificando, escribiendo libros de memorias, impartiendo conferencias y dando alguna colleja sutil a sus sucesores en el partido. Su figura, en espíritu, rondó el pleno municipal de Calvià celebrado anteayer.

?La sacó a colación la regidora Eugenia Frau (PP), que habló de la "herencia sangrante" que dejó al abandonar el poder en 2011, para desesperación del socialista Alfonso Rodríguez Badal, que se mesaba los cabellos mientras decía, irónico: "Sí, y Zapatero también tiene la culpa de la muerte de Manolete".

"Ah, ¿pero esto no estaba siempre lleno?"

La frase la pronunció esta semana una periodista en el pleno de Calvià. Era la segunda sesión a la que asistía en su vida. La primera fue el mes pasado, cuando se tuvo que sentar en el suelo ante la movilización del entorno popular, que copó los asientos durante el debate sobre el TIL. Y, claro, se pensó que que los plenos estaban igual de concurridos que un concierto de Pablo Alborán. Pero en la última sesión el nivel de público, sin TIL de por medio, volvió a la normalidad. No hubo ni rastro de la movilización azul.