La segunda de las ferias tradicionales de Inca resultó más accidentada de lo que esperaban muchos expositores. La madrugada del sábado al domingo se produjo una tempestad de lluvia y viento que destrozó algunos tenderetes que estaban ya medio montados.

Pep García, vendedor de productos de pastelería, fue uno de los perjudicados. "Tenía el puesto colocado y dentro había ya preparado mantecados y otros pasteles que tras la tempestad he tenido que tirar. El viento me ha roto el puesto y lo ha arrastrado varios metros", aseguraba. Otros comerciantes habían padecido daños parecidos. Aún así la cita ferial no se suspendió y, a pesar de la lluvia matutina, contó con una respetable asistencia de público.

La novedad

Este año hubo una novedad importante que atrajo a muchos curiosos. En sa Plaça Tapada se hicieron demostraciones de cocina en vivo donde el ingrediente principal eran medusas. Nono Martínez, cocinero, demostró como esta especie marina, que constituye verdaderas plagas en verano, puede ser parte de un suculento risotto, una menestra o incluso aromatizar una variante de las tradicionales galletas de Inca.

Ante la menor afluencia de público, debido a la lluvia, la Policía Local no motó el dispositivo de control de tráfico que acostumbra establecer en los días de feria. Baltasar Perelló, jefe de la Policía, destacó que "normalmente lo más caótico suele ser la carretera de Lluc pero con el día que hace hay poca gente que vaya al Monasterio", explicó.

La plaza de España lucía verdaderamente espléndida pues, al coincidir la feria con la festividad de Todos los Santos, se llenó de floristas.

Desde la calle comercio hasta la plaza de Antoni Fluxà se instaló el mercado medieval. Los puestos recreaban épocas pretéritas, no siempre con excesivo rigor histórico, pero creando ambiente festivo. En uno de los puestos de setas se pudieron ver los primeros esclata-sangs mallorquines al increíble precio de 50 euros el kilo.