Le llamamos comúnmente golondrina (Hirundo rustica), pero no los es. Habita entre nosotros y es responsable de la muerte de millones de insectos de los que se alimenta. Se trata del vencejo común (Apus apus).

Es una especie protegida, muy beneficiosa para el ser humano y que desgraciadamente padece muchas bajas en estas fechas debido al calor. Cría bajo las tejas de los edificios desde mayo hasta julio. Sus pollos salen al exterior si el calor aprieta demasiado. Muchos caen al suelo y allí mueren pues sus padres no pueden alimentarles. El vencejo jamás se posa en el suelo; tiene las patas demasiado cortas y las alas demasiado largas.

La concienciación que cada día se va imponiendo más entre la sociedad está posibilitando que muchos de los pollos de vencejo sobrevivan. Lluís Parpal, director del Centro para la Recuperación de la Fauna Silvestre de Balears (Cofib), manifiesta: "Muchas personas nos los traen al encontrarlos. Esto les salva la vida pues aquí los criamos con las especiales atenciones que precisan".

Al tratarse de un ave insectívora se les preparan unas bolas de alimento que contienen pienso comercial de insectívoro, grillos machacados y pienso de gato. Se les debe embuchar cada tres horas manualmente, uno a uno. Y cuando han conseguido la talla adecuada se les lleva a un lugar elevado para lanzarlos al aire y que inicien un vuelo de nueve meses.

Estas aves sólo se posan para anidar. Comen, beben, copulan y duermen en vuelo. Sus patas están casi atrofiadas, pareciéndose más a las garras de una rapaz pues su función es sostenerles cuando se cuelgan de una pared rocosa.

Si por accidente un adulto se posa en tierra no puede remontar el vuelo. Lo que hace es buscar una pared rasposa y trepar hasta cierta altura desde donde se lanza de nuevo. Por ello es muy importante que si alguien encuentra un pollo lo lleve al Cofib (Natura Parc) o que llame y lo recogerán en su domicilio.