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En la imagen, Jaume Llabrés.Manu Mielniezuk

Gent de Ciutat

Jaume Llabrés: «Antes, en Palma, las familias tenían una relación con los colegios muy diferente a la de ahora»

Nació en el centro de Palma, en la plaza de la Mercè y posteriormente vivió en las Avenidas. Estudió en el colegio de Montesión del que después fue profesor y director. Si bien, al principio, llevó con tristeza su jubilación, a los ochenta y un años se considera un escéptico

¿Cómo ha sido estudiar y luego trabajar, siempre en el centro de Palma?

Muy cómodo, pues me ha permitido, primero como alumno y luego como profesor, poder ir a pie al edificio de Montesión. Yo nací y viví la época en la que en la plaza de la Mercè podíamos jugar al fútbol, ir a comprar a los comercios cercanos, pues no pasaban apenas coches y en la que las familias nos conocíamos todas. Eran tiempos en los que en la calle Socors, prohibida para los jóvenes, jugábamos de escondidas a canicas. También viví la construcción de las Galerías Avenida en un espacio que era como una «corrala», tipo de las que salen en las novelas de Galdós y en la que vivían algunas familias.

Los jesuitas, ¿imprimen carácter?

Los jesuitas marcan y desmarcan. Le debo mucho al colegio pues me ha permitido madurar como persona y ganarme la vida. Pero al mismo tiempo pienso que Montesión me debe algo a mí, pues le he dedicado mucho tiempo de mi vida. Y si nos referimos a mi época de estudiante, me marcó a través de unos valores que de alguna manera me han seguido y que todavía siento como importantes. Valores que, como tatuajes, llevo impregnados en mi piel.

Valores como…

Pues mire, valores como la disciplina, que hoy ya no está vigente, la responsabilidad, el sentido crítico que me ha permitido poder elegir entre diversas opciones a lo largo de mi vida, incluso el valor de la puntualidad, muy importante para mí. Valores que, luego como profesor, intenté transmitir a mis alumnos, en la medida de lo posible.

Hablamos de ¿cuántas promociones?

Muchas, piense que siendo estudiante universitario, en vacaciones empecé a dar clases particulares que me mandaba el prefecto del colegio, el Padre Corbella. Así que incluso antes de trabajar oficialmente ya tuve alumnos, algunos que ahora puede que tengan más de setenta años.

Y de profesor de Lengua y Literatura a director del centro, el primer director seglar de Montesión.

Bueno, primero di clases de griego, latín y francés. Pero poco a poco fui perfilando mi situación laboral hasta que me dediqué a la Lengua y Literatura.

Lo de director me vino por sorpresa. Lo normal era que un padre llevara las directrices, así que, después de debatirlo entre ellos, los jesuitas me lo propusieron y acepté. Y he de decir que en ningún momento me sentí ni vigilado ni desautorizado, ellos confiaban en mí, como yo confiaba en ellos.

Montesión y Sant Francesc, tan cerca y tan distantes.

Los dos colegios ocupaban el centro histórico de Palma y cada uno tenía sus propias maneras. Montesión, que es lo que conozco, era un centro que en cierta manera dejaba huella. Antes, en Palma, las familias tenían una relación con los colegios muy diferente a la de ahora, pues nos sentíamos ligados a un centro concreto. Hoy mismo, cuando hacemos las comidas de compañerismo, que de forma ininterrumpida hacemos cada año, solemos ser muchos los que nos volvemos a ver. En cambio, dudo que esos encuentros se den entre los alumnos de generaciones posteriores.

Profesor ¿por vocación?

No exactamente. No creo en las vocaciones, pues para amar algo debes conocerlo. Yo empecé a dar clases de forma natural. Una vez licenciado en Filosofía y Letras ¿qué podía hacer? Pues probé lo de dar clases y si bien al principio no me entusiasmaba, con el tiempo y sin que nadie me enseñara cómo hacerlo, me fue gustando más y más, hasta tal punto que me entristeció tener que jubilarme, lo pasé mal casi durante un año. Para mí, dar clases fue, al principio, un trabajo que se convirtió en una pasión.

¿Fue buen estudiante?

De las asignaturas de letras, sí. Me gustaba mucho leer, me apasionaba leer los grandes autores de la literatura universal como Quevedo, Clarín, Dostoievski, Flaubert, Valle Inclán, Galdós, Cela o Baroja. ¿Quién lee hoy El árbol de la ciencia, una de las mejores obras en lengua castellana? Nadie. Y es una pena que no se enseñe en las escuelas, es grandiosa. Para Hemingway, Baroja era el mejor novelista del siglo XX. Y ahora ni aparece en los programas de estudios.

Un profesor, me consta, muy estimado por sus alumnos.

Si es así, pues estoy muy satisfecho. Yo también les respeté a ellos. La verdad es que pocas veces tuve que levantar la voz. Y es que la autoridad no se compra ni se obtiene con gritos y amenazas. Los alumnos son muy inteligentes y cuando hay algún problema en el aula, el profesor debe analizar si él es el culpable. Muchas veces los que nos dedicamos a la enseñanza hacemos otras cosas que no son las propias de un maestro, que está para enseñar. Si lo haces bien, con ganas, los alumnos te respetan. Y mire que, desde mis primeros días hasta mi jubilación, los alumnos se levantaban al inicio de la clase. No por nada, sino por respeto, hacia mí y yo hacia ellos.

¿Cómo vivió la entrada de la digitalización?

Viví los inicios. Lo de que cada alumno debía ir con el ordenador ya no es de mi época. Las tecnologías son importantes, pero en el aula lo importante es el profesor, que es insustituible. Pero que nadie piense que estoy en contra de las nuevas tecnologías, un móvil o un ordenador pueden ser muy útiles.

Montesión es a élite, como…

No, pienso desmentirle esa hipótesis que es como una especie de bulo callejero. Primero, ¿qué entendemos por elitismo? ¿Social? ¿De capacidades intelectuales? Del primero le diré que, si nuestros alumnos eran de las casas pudientes de Palma, era por la situación del edificio, pues más que creer ciegamente en los jesuitas, Montesión era el centro que tenían más próximo. Y del otro elitismo, el de capacidades, quizás esté motivado porque Montesión ha sabido dar un buen nivel de estudios. No he visto marginar a nadie, pero claro, si el nivel era alto, pues algunas familias cambiaban a sus hijos hacia otro centro. Montesión era como el Tour de Francia de hace años, lo importante era el equipo, no la individualidad.

Pero muchas familias de antiguos alumnos llevan a sus hijos allí.

Por inercia o por no sé qué razones es así. Ahora bien, que los padres no piensen que vivimos la misma época de cuando estudiaron ellos. Todo ha cambiado. La sociedad también.

¿Cómo vivió el paso de colegio de niños a colegio mixto?

La viví de manera natural y en positivo. Primero vinieron algunas alumnas, pocas, a cursar el Preuniversitario, pues en sus colegios no había este nivel. Luego ya con la reforma y con el COU la cosa se fue extendiendo a los demás niveles educativos.

Reforma educativa. ¿Querrá decir, reformas, en plural?

Eso sí que me parece un absurdo, el hecho que no se haya llegado a un pacto institucional sobre la educación. Es algo que no pasa en ningún otro país. Y en el tema de la selectividad, los exámenes deberían ser los mismos para todos los estudiantes españoles, pues puede haber personas perjudicadas. Soy muy escéptico ante cada ley o reforma, pues no tiene en cuenta lo esencial, que es el contacto del profesor con el alumno. Y es que soy escéptico en muchas cosas. Hoy me tomo la vida de forma pausada. Lo interesante no es llegar, sino el camino, el viaje es lo que importa. Y si va acompañado de la música de Sabina, aún mejor.

Y, en todo esto ¿dónde ponemos su afición hacia el cine?

Sí, de siempre la he tenido. Ya de adolescente, al llegar de noche a casa, pues teníamos estudio hasta las ocho, me evadía con películas del lejano oeste. El cine me apasiona. Y, curiosamente, esta afición me permitió durante unos años impartir una asignatura sobre el tema en la que tuve como alumnos nada menos que a Agustí Villaronga, Antoni Aloy, Lluís Casasayas y otros. Y más recientemente, el cine me permite volver al colegio cada mes a través de un cinefórum que organiza la asociación de antiguos alumnos.

Ser profesor, ¿ha sido lo que creía que sería?

No tenía ninguna idea preconcebida. Supe lo que era después de unos años de trabajar como tal. Quería ser futbolista, pero no tenía aptitudes ni maneras para ello. He sido muy feliz dando clases.

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