Las ansiadas primeras lluvias llegan a la isla, con ellas las bajadas iniciales de los termómetros que llevan en sus límites varias semanas. Sin embargo, con estas lluvias, Palma recibe algo más que aires frescos, turistas.

Durante todo la mañana de hoy, ha comenzado un fenómeno que, a pesar de no ser meteorológico, es igual de imparable. Las ligeras precipitaciones y las oscuras nubes, que tapan el bochornoso sol, provocan una migración de turistas que abandonan las zonas costeras y se refugian en el centro de la ciudad. 

“A mi me da lástima porque venimos de Madrid para las playas, principalmente y nos hemos encontrado este tiempo”, comenta entre risas Javier Hernández, que frente estas circunstancias ha decidido visitar el centro de Palma. «Lo que no nos esperábamos era que todo el mundo tuviera la misma idea», añade el madrileño.

Cort, Jaime III, Plaza España, Las Ramblas y el Paseo del Borne son las principales afectadas. En Cort, que presenta calles más estrechas y plazas menos amplias, la simple tarea de caminar se ha vuelto un desafío para todos.

«Es imposible estar a gusto. Se te ocurre la idea de irte de tiendas por Palma y te encuentras esto. Es que ni por nuestra ciudad se puede caminar ya», declara Isabel Garrido, hastiada de la situación que rodea Balears.

Frente a estas circunstancias, la Policía Local ha iniciado la conocida como ‘Operación Nube’, que consiste en la movilización de efectivos a la ciudad durante los días nublados del verano, cuando la afluencia de turistas que se dirigen al centro en vehículos privados aumenta. Los semáforos, que ya no dan abasto, ahora son cubiertos por estos funcionarios, que se encargan también de que las entradas de los aparcamientos de la ciudad no colapsen el tráfico de vehículos. Sin embargo, y a pesar de estas ayudas, los conductores han advertido, notoriamente, esta gran e inesperada abundancia de personas que ha colapsado el centro de la ciudad.

«Un trayecto que se hace en diez minutos, hemos tardado media hora, esto es una vergüenza», critica Juan Miguel Díaz.

Por otra parte, la mayoría de los comercios de la zona también se han visto afectados frente a esta inundación de gente. Las terrazas rebosan llenas de familias que descansan de sus tours guiados, las tiendas de ropa y souvenirs venden sin descanso sus artículos e, incluso, las galeras se llenan de colas de ansiosos turistas.

“Estamos sufriendo mucho. Vamos a mil por hora y no tenemos energía. Es bueno que haya trabajo, pero con este tiempo se vuelve un absoluto agobio”, asegura Mayra, trabajadora en una heladería de Plaza Cort, quien afirma que las altas temperaturas también han afectado a la capacidad que tienen para realizar su trabajo de forma correcta.

Otros, sin embargo, no opinan igual, en la Avenida Antoni Maura, dentro de una pequeña cafetería, Dijana Lukac recuerda a la gente que la pandemia ha provocado muchos daños de los que no todos han salido.

“La gente se ha olvidado muy rápido de lo mal que lo pasamos durante el Covid, ojalá todos los días fueran así”, afirma la trabajadora, quien destaca que entiende el agobio de los vecinos, pero que es la realidad de vivir en una isla turística. «Sin turistas no hay vida», concluye Dijana.

Ahora bien, no todos los turistas han huido de las playas, algunos de ellos solo han tenido que modificar sus agendas, ya que Palma se encontraba dentro de sus planes iniciales.

«Nosotros ya sabíamos que queríamos visitar la ciudad, hemos aprovechado que estaba nublado para venir y no pasar tanto calor», declara Nicholas Erickson, un turista alemán que se aloja a más de siete kilómetros de Palma.

Algunas personas, en cambio, ni siquiera han tenido que variar sus intenciones. Es el caso de Emma Miller, que viene desde Escocia con su hija, tras haber pasado sus vacaciones principales en Sicilia.

«Veníamos directamente a Palma, no teníamos pensado visitar toda la isla por falta de tiempo», asegura la mujer, que solo lamenta no poder disfrutar de la piscina que ofrece el ático de su hotel en el Casco Antiguo.

Independientemente de las posibles opiniones, la realidad fue clara: Palma está hasta los topes. Una situación que afectó a todos los ciudadanos que querían disfrutar de su propia ciudad.