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‘Boom’ constructivo en Son Vida

Las obras de mansiones comen terreno a la montaña en esta urbanización de lujo que sigue expandiéndose, muy cerca de varios elementos de patrimonio etnológico y junto a un parque público municipal casi desconocido

"Agua y cemento" |  El parque municipal de Son Vida y el boom de la construcción de superlujo

"Agua y cemento" | El parque municipal de Son Vida y el boom de la construcción de superlujo Bernardo Arzayus

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"Agua y cemento" | El parque municipal de Son Vida y el boom de la construcción de superlujo Montse Terrasa

La urbanización de lujo de Son Vida está en plena expansión. Máquinas y obreros trabajan en la construcción de numerosas mansiones que van comiéndose la montaña y acercándose a la zona ANEI (Área Natural de Especial Interés). Los carteles de venta de solares forman parte del paisaje y hacen prever que donde hoy hay un espacio verde, o una pared rocosa, en un futuro habrá una villa más. Y en mitad de toda esta actividad y ruido de maquinaria, se esconde un parque público de 50.000 metros cuadrados con fuentes naturales, desconocido incluso para muchos residentes del barrio.

Si algo destaca en las vistas sobre Son Vida, aparte de las imponentes casas de precios estratosféricos, son las elevadas grúas de las obras en marcha. Corresponden a licencias otorgadas por el ayuntamiento de Palma de acuerdo con el plan general de 1998, en el que se aprobó el crecimiento de esta urbanización, pero desde el departamento de Urbanismo aseguran que no tienen cuantificado el número de permisos concedidos.

Son Vida comenzó a urbanizarse en los años 60, abriendo las primeras calles y justo cuando el histórico castillo abrió sus puertas como hotel de lujo. Ahora cuenta con 805 personas empadronadas y es uno de los barrios de Palma con mayor crecimiento porcentual. «Son Vida no sería posible hoy con un Plan General, es un atentado ecológico, es un atentado paisajístico, tiene subidas que son casi imposibles de hacer a pie... Realmente Son Vida es un atentado urbanístico», denuncia Joan Prats, presidente de la Associació Son Quint-Parc Natural de Ponent.

La urbanización crece de acuerdo con la legalidad, pero la forma en la que se están construyendo las mansiones, excavando la roca de la montaña, preocupa a la entidad vecinal. «Somos conscientes de que no se puede hacer nada, es una urbanización aprobadísima en 1998, pero lo que sí pedimos es que se controle a nivel municipal el destrozo que se está haciendo a la montaña», reclama Prats. «La adaptación al terreno que hacen es un agujero y apuntalar la montaña. Esto es destrozar, modificar a voluntad y hacer monstruos como los que se ven», añade el representante de Son Quint.

Esos «monstruos» son mansiones cuyos precios van desde varios millones de euros a los 65 por los que se vende Villa Solitaire, una casa de diseño moderno con siete dormitorios, seis baños, dos piscinas y 2.000 metros cuadrados de terrazas. 

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‘Boom’ constructivo en Son Vida Bernardo Arzayus

Sin crisis para el superlujo

Según un reciente informe de la inmobiliaria Engel & Völkers, una de las que más trabaja en la zona de Son Vida, en el segmento de viviendas de alto nivel, las casas de superlujo son las que se han vendido más durante la pandemia. Y es más, en cuanto al valor de las propiedades, los precios medios más altos son los de Son Vida, por encima de los 4,7 millones de euros.

La Associació Son Quint-Parc natural de Ponent está a la espera de que el Ayuntamiento dé a conocer el nuevo Plan General para ver cuál será el futuro de esta zona. «Pediremos que se preserve lo que queda libre y natural, que son les Moletes de Son Vida, es un terreno enorme, que incluye parte del nacimiento del torrente de Sant Magí. Este torrente tiene zonas que parece que vas por el torrente de Pareis, por la preciosidad del paraje, y llega hasta la zona de Calvià, al Coll de sa Creu. Toda esta zona, que es ANEI, se debería preservar definitivamente en el Plan General; que no nos aparezca una nueva ampliación de la urbanización hacia allá, porque supongo que es lo que pretenden», comenta Prats.

En el centro de la zona donde más se está construyendo, en sa Coma Fosca, está el parque público de Son Vida, una extensión de 50.000 metros cuadrados de espacio municipal, abierto para todos los ciudadanos. Lo idílico del lugar solo se ve alterado por el ruido de fondo de las excavadoras. «Qué bonito es. Y estamos a solo diez minutos de Palma», se sorprende Paz Martínez, vecina de Son Rapinya desde hace 40 años y quien pisa este parque por primera vez. 

Su sobrino, Salvador, la acompaña. Aficionado a la bicicleta es conocedor de las barreras que se encuentra para poder recorrer la montaña, tanto las naturales como las creadas por el hombre. Tampoco se explica el grado de destrucción del entorno en Son Vida, con las máquinas trabajando en lugares imposibles en plena montaña. «Cuidar el medio ambiente es dar más valor a lo que ya hay», reflexiona sobre el crecimiento de esta urbanización. Tampoco entiende que este parque, en el que hay dos fuentes, la de sa Coma Fosca y la de Son Vida, de las que emana agua, sea tan desconocido, pese a que es posible llegar en transporte público. «Con la necesidad grandísima que hay de poder ir a correr, a caminar...», remarca sobre estos tiempos de pandemia. Pero Joan Prats le plantea otra cuestión: «También hay una necesidad terrible de la gente de Son Vida de tener privacidad». 

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