Dos bandas de delincuentes dominaban la barriada obrera de sa Indioteria a finales de los 70. El consumo de drogas en cualquier esquina era lo habitual. Cientos de niños y jóvenes se entretenían y pasaban el rato en ese mismo entorno debido a la carencia de equipamientos municipales. Los dos colegios existentes hacían lo que podían para evitar que sus alumnos dejasen los estudios y se sumasen a los llamados quinquis, aunque apenas había alicientes en aquella época para los hijos de los inmigrantes peninsulares que residían en decenas de edificios blancos junto al polígono de Son Castelló, a las afueras de la ciudad. En este contexto, un joven cura recién salido del Seminario fue enviado al barrio para reforzar al desbordado capellán mayor de sa Indioteria rural.

Durante los coletazos finales del franquismo, Tomeu Suau era lo que se conocía como un cura progre y, además, tenía una cierta experiencia pedagógica. "Desde el principio vi claro que había que centrarse en los niños para lograr hacer pueblo, crear comunidad, en una barriada sin estructurar. Conocía los clubes d'esplai que funcionaban en Cataluña y quise impulsar algo similar para alejar a los jóvenes de la droga", destaca el fundador y alma mater del Club d'Esplai Jovent, que ayer celebró su 40 aniversario en la plaza de la iglesia con reconocimientos y dos conciertos que pusieron el broche de oro a la efeméride.

La presidenta del Club, Marian Bosch, vinculada a él desde niña, leyó un emotivo discurso en el que recordó que "en la infancia no hay segundas oportunidades, solo tenemos el lujo de vivir una infancia y no se puede truncar". Por ello, 40 años atrás, Tomeu Suau se metió de lleno en la vida de aquellos niños y jóvenes de sa Indioteria. "Empecé yendo a los colegios para que me conociesen y organizaba excursiones con las clases, una cada semana". Poco a poco se fue ganando la confianza de los maestros y padres, ya que en los inicios algunos le veían con recelo por su carácter moderno; y al mismo tiempo entabló relación con jóvenes del barrio.

"Me iba a los bares, charlaba con ellos y les invitaba a cenar a mi casa pa amb oli con sobrasada y vino. Cuando les explicaba mi proyecto de un club d'esplai y les decía que necesitaba monitores, no se lo esperaban", rememora. Lo logró y el primer sábado congregó en la plaza a "300 niños y hasta una treintena de monitores", nada menos. Antes habían realizado un campamento en Menorca con la asociación de padres del colegio público en el que decidieron qué tipo de club harían, si de básquet, atletismo o esplai. "Estábamos en los albores de la democracia y los niños votaban con normalidad tras escuchar a los candidatos de cada propuesta", se enorgullece el sacerdote ya jubilado e histórico activista social.

Sin embargo, los primeros años fueron muy difíciles: "Las bandas de delincuentes no querían que se crease el club; una vez robaron el dinero de un viaje de estudios, en otra ocasión vinieron a por mí y casi me pegan si no llega a ser por la intervención de directivos del equipo de fútbol. A medida que el esplai se hacía más fuerte, las agresiones eran más violentas. Pegaron a varios monitores y el mismo día que ellos decidieron responderles, el líder de una de las bandas vino a visitarme y me dijo que abandonaban el barrio", tal como relata Tomeu Suau.

En Jovent inculcaban todo lo contrario a través de los juegos preparados concienzudamente por los monitores y adaptados a los tres grupos de edad: de 5 a 8, de 9 a 12 y de 13 a 16 años. "No se improvisaba nada, dedicábamos muchas horas a la pedagogía y a concretar los valores del Club, para lo que tuvimos la ayuda de expertos del ámbito educativo", destaca el artífice. Los resumió ayer la presidenta en su discurso: "Valores como el amor, el respeto, el compañerismo, la alegría, el trabajo en equipo, el esfuerzo, el compromiso social, la lucha y el respeto a la naturaleza", asumidos por los niños de forma lúdica con los juegos de los Exploradores y los Robinsones. Los adolescentes se formaban en una sexualidad responsable y realizaban talleres específicos para su edad antes de tener que dejar el Club.

Marian Bosch incidió en que hace 40 años se abrió una brecha "a contracorriente", donde cobró especial relevancia el trabajo de los monitores. Como describe el lema del 40 aniversario, siguen "levantando el polvo del camino", en referencia a que los actuales 118 jóvenes encargados de más de 560 niños y adolescentes "se esfuerzan y superan" invirtiendo su tiempo libre en "ayudarlos a crecer, a conocer, a descubrir, aunque también a empoderarse para el futuro, su futuro".

Mientras Tomeu escuchaba ayer estas palabras, seguramente se acordaba de aquel joven cura empeñado en evitar que nadie más cayese en la drogadicción y la delincuencia en una olvidada barriada a las afueras de Palma. Puso en práctica su "creencia en las personas y en la capacidad del ser humano para el cambio" y lo comprobó en sa Indioteria. El Club d'Esplai Jovent fue el primer paso, que llevó a otros muchos con la creación de la Cooperativa Jovent, la exitosa Granja Escola, el esplai Utopia Jovent, en el Pont d'Inca, y el del Vivero, Fent Camí Jovent. Ahora tienen un rumbo propio, pero no olvidan que son fruto del sueño de un hombre.

Una oportunidad

"Durante una reunión con los monitores por Navidad, les dije: "El club d'esplai no sirve para nada, porque si con 15 o 16 años se deben marchar de aquí y no tienen un camino, volverán atrás, a la calle". Y les propuse crear un espacio para formar en un oficio a chicos que careciesen de estudios", tal como cuenta el cura Tomeu Suau.

Era el año 1984 cuando nacía la Cooperativa Jovent, que en los comienzos fue agrícola y "acabó siendo un fracaso". Duró cuatro años, pero la idea de enseñar un oficio gustó mucho al entonces presidente del Govern, Gabriel Cañellas, por lo que respaldó al sacerdote de sa Indioteria para sacar adelante su proyecto de formación. Los responsables de la Cooperativa, una decena de antiguos monitores, viajaron a centros similares en la península y Francia para aprender cómo funcionaban. Hoy sigue en activo en los terrenos cedidos por el Obispado a Suau, en la calle Son Gibert 8, y ofrece formación a decenas de jóvenes.