El goteo de clientes estos días es casi continuo en La Filadora. Queda poco más de una semana para el Domingo de Ramos y los feligreses acuden al comercio centenario especializado en la vestimenta de los penitentes para adaptar la túnica, adquirir algún complemento o ajustar la funda del capirote a la rejilla. Es lo que pidió ayer la madre de Malena Haro, que con 15 años se estrena como cofrade de la Santa Faz tras haber sido monaguilla. "Nerviosa pero contenta", llevará el traje de su hermana y el capirote recibirá las últimas puntadas antes de la Semana Santa de la mano de los expertos de la tienda ubicada en la calle Foners 21.

"Durante la recta final, lo que más nos solicitan son accesorios y los rezagados, algún que otro arreglo", explica la propietaria, Victoria Sánchez. Los previsores que querían un traje empezaron a acudir al establecimiento para pedir presupuestos en enero y, desde entonces, han hecho una treintena a medida, el doble de vestimentas que el año anterior. Una completa, con accesorios, ronda unos 500 euros, por lo que La Filadora da "facilidades para ir comprándolo todo poco a poco a lo largo del año y así no esperar al último momento", destaca.

Cada vez más, este pequeño comercio tiene que lidiar con el problema resumido en la popular frase "lo barato sale caro", debido a que "ha venido gente que ha comprado trajes manufacturados hechos con telas made in Chinapidiendo que se los arreglemos y al final han pagado más que si los hubiesen encargado aquí", dice Miquel Joan. El especialista ha ajustado este año una docena de fundas de capirotes antiguos, de hace al menos un siglo, cortando y cosiendo a mano, sin contar los cientos de arreglos de capirotes actuales y el trabajo de la modista del establecimiento.

"La atención personalizada al cliente por parte de profesionales tan expertos en esta materia ya no se encuentra en ningún otro sitio. Damos un servicio añadido y si hay algo que no sabemos, como la tonalidad exacta de una túnica o las características de un botón, lo buscamos y lo solucionamos", en palabras de Victoria Sánchez. Además del trato, pone de relieve la calidad de los productos, entre ellos las confiteras o portacirios de cuero que hace un artesano en exclusiva para La Filadora.

Lo más demandado, las telas de sarga con las que están hechos el 90% de los trajes, "combinan el porcentaje adecuado de material para que la caída tenga una buena prestancia"; y siguen comprando a los mismos proveedores de hace más de medio siglo para que no haya variaciones en los tintes de los colores y la calidad no merme. Antiguamente, la vestimenta era "de algodón o de lana -no había nada más-, pero ahora domina el tergal porque es resistente y fácil de limpiar", tal como especifica Miquel Joan. No obstante, cada cofradía tiene particularidades y las túnicas varían en el cuello, el cierre, las mangas y manguitos, si llevan botonadura o la ubicación del pliegue de la espalda, en caso de que lo tenga.

Las capas son prácticamente iguales, salvo excepciones, como por ejemplo las de la Calatrava, cuyo interior es de raso -el mismo que el capirote-, añade el experto. En cuanto a este último elemento, en las Cinco Llagas también son de raso y en la Esperanza los han fabricado de terciopelo. En casi todas las cofradías llevan faja o cordón del mismo tejido que la capa y la túnica. La primera tiene que arrastrar por el suelo, "nada de llevarla un palmo más corta para que no se manche", mientras que la túnica "debe estar a ras del zapato, que lo tape", aconseja. Y estos deben ser de color oscuro o, en algunas cofradías, sandalias.

Estructura de rejilla

Capítulo aparte merece el interior de los capirotes, la estructura que sustenta el cono de tela. Hoy en día es una rejilla de plástico que se ajusta a la cabeza mediante un sistema similar al de las gorras y antiguamente "eran de corcho, cartón o arpillera, que había que encolar y quedaban totalmente acartonados. Se hacían a medida de cada cabeza y la cola tardaba dos o tres días en secarse, por lo que a veces llegaba el Jueves Santo y seguían mojados. Por ello, los penitentes tenían que ponerse un periódico en la cabeza para no quedarse pegados", cuenta Joan sobre los preparativos de antaño.