Susana [nombre falso] es una superviviente de la violencia de género. Ha conseguido salir adelante y, aunque le cuesta hablar sobre lo que sufrió y en determinados momentos se le corta la voz, ha accedido a contar cómo lo está superando para que otras mujeres sepan que "hay salida" y que aunque huyan con una mano delante y otra detrás, hay gente que las ayudará.

Ella llegó al Servicio de Acogida Municipal para Víctimas de Violencia de Género (SAMVVG) acompañada por su policía tutor, el agente que denunció a su maltratador por ella. Susana ya lo había denunciado una vez, pero volvió a su lado. "Estaba muy mal. Perdí mi trabajo, mi casa, mis hijos, mi coche, mis perros, todo... De tener todo, pasé a no tener nada", explica.

Ahora su vida es diferente. Tras pasar un año y tres meses en el centro de acogida y en uno de los pisos, ha recuperado la normalidad. Ahora cobra un subsidio, trabaja algunas horas, tiene casa y cuenta con la ayuda de su madre.

La acogida

Tras todo el proceso vivido, hoy afirma que no tardaría tanto en buscar ayuda para salir de la violencia a la que la sometía su pareja. "Llegué con lo puesto, me dieron todo lo que necesitaba: apoyo, comida, dinero para lo que fuera", relata del momento en que acudió al servicio de acogida municipal.

De las primeras semanas, Susana apenas recuerda cosas. Solo que no quería salir del centro de acogida, porque allí se sentía "segura". El día en que llegó "no sabía ni dónde estaba, pero las chicas fueron super amables, enseguida me llevaron a una habitación, con una ducha, una cama. Dormí todo el día, me pude duchar, bajé a cenar... Pero no me acuerdo de muchas cosas".

"Ahora estoy mucho más fuerte psicológicamente, nada que ver, pero todavía tienes miedo, todavía tienes flashes que te vienen a la cabeza... Es algo que no creo que pueda superar nunca", reconoce. Pero por esa razón, las mujeres y niños que llegan al centro de acogida huyendo de la violencia reciben atención psicológica constante e incluso cuando son capaces de valerse por sí mismos continúa el contacto con profesionales del Institut de Reinserció Social (IRES) del IB Dona.

"Cuando tienes momentos de bajón, te ayudan a cualquier hora. Te ayudan económicamente. Yo llegué con lo puesto, con mi ropa y poco más", recalca sobre su experiencia en este programa. "Si no hubiera sido por ellos, yo creo que estaría con esta persona", añade.

Susana acepta enviar un mensaje a las mujeres víctimas de violencia de género: "Hay salida. Que no se lo piensen, que esas personas no cambian nunca. Que te ayudarán un montón [en el servicio de acogida], tanto psicológicamente como económicamente, y que ni se lo piensen, porque eso es una rueda que no se acaba nunca. Que hay salida, que es un sitio donde se puede estar, que te tratan superbien y que estoy superagradecida".

"Yo entré muy mal, muy dependiente de él, porque yo estaba 24 horas con él, y yo creía que no era mala persona. Yo lo tenía idolatrado y me han hecho ver que no, que no es así. Que esta gente ni te quiere, ni cambiará nunca, por mucho que te diga, pero me ha costado bastante tiempo entenderlo", concluye Susana.