Mierdas humanas envueltas de papel higiénico; flores arrancadas de sus cestos, lanzadas por todos lados, destrozos en las tumbas de los musulmanes, y mujeres meando entre los cipreses. Disculpen si utilizo la palabra mierda, pero excremento me parece suave para la gravedad de la situación.
Fobia a la falta de respeto, al miedo, a la incultura y a la falta de sensibilidad. Pánico a la sociedad. A mí personalmente me aterran los niveles a los que estamos llegando para ser capaces de ir a defecar a las tumbas de los que nos han dejado, y no a una cualquiera, sino, en concreto, al pequeño espacio reservado para una treintena de almas, que se convierte en la diana de diversión y de malicia por parte de un, espero, reducido número de personas. Un martes por la tarde visité el cementerio de Son Valentí. Accediendo por la rotonda de San Fernando y, nada más entrar, giras a la izquierda. No hay crucifijos, ni grandes lápidas de piedra sobre mármol, solo pequeños cercos rectangulares cubiertos de tierra y marcados con un número. Almas musulmanas que descansan en dirección a la Meca. Pero dos de ellas aportan color a ese rincón. Mi madre se encarga de que mi padre siga teniendo su jardín que tanto le gustaba cuidar. Pero las flores han sido destrozadas, raíces, tallos y pétalos por todos lados. El panorama es denigrante. Semanas antes, y dos días después de la macabra juerga, un hedor a mierda envuelve la zona.
La semana pasada descubrimos, nada más llegar, a una mujer meando en los cipreses que circundan la zona. Alguien, no sabemos quién, se caga en los muertos. Tristemente, en sentido literal. La respuesta por parte del centro es que la seguridad circula por el cementerio y no es suficiente. Yo me pregunto, si cagaran en las tumbas de los cristianos, ¿se tomarían las medidas necesarias? ¿Unas cámaras de vigilancia, tal vez? ¿Una segurata que controle la entrada y salida del hogar de miles de personas?
* Periodista
