Mientras en diferentes barrios de Palma, como Son Cladera o Nou Llevant, los costaleros y las bandas de música ensayaban para la procesión del Domingo de Ramos o las del resto de días, el casco antiguo fue el escenario ayer del primero de los 17 desfiles que llenarán Ciutat en Semana Santa. La tradicional procesión dels Estendards recorrió varias de las principales calles comerciales y una representación de cofrades de las 33 hermandades existentes se entremezcló con los muchos residentes y visitantes que por la tarde paseaban o compraban por el Olivar, Sant Miquel, la plaza Major y Colom.

La procesión comenzó puntual a las 19,30 horas en la iglesia de los Caputxins y, una hora después, concluyó en la basílica de Sant Francesc. Tras pasar por Cort y Santa Eulàlia, los penitentes -que desfilaban con sus estandartes por orden de antigüedad de las cofradías- llegaban a la plaza de Sant Francesc mientras la banda de música de la hermandad de Santa Mónica interpretaba penas de San Roque. Al procesionar frente a ellos los tres cofrades de la Juventud Seráfica, con una cruz de Cristo a sus espaldas, terminó la música y el público asistente aplaudió poco antes de entrar al templo para escuchar el pregón de Raimundo Zaforteza.

El letrado del Obispado en las últimas tres décadas abogó por que las procesiones se conviertan en "la oportunidad de iniciar un diálogo sincero con Jesús que conducirá a cuatro determinaciones: dar gracias, pedir perdón, solicitar ayuda y la adoración". Todo ello frente a un "entorno caótico y en continua mutación", donde los "cristianos corrientes" corren el riesgo de sentirse solos, "diferentes a la gran mayoría, poco respetados" en sus convicciones, por lo que "pueden caer en el desánimo y la inacción", tal como advirtió Zaforteza.