Cientos de personas andan confundidas. Miles de turistas necesitan una explicación histórica que complemente sus visitas a la nueva atracción de Palma. ¿Cuál es el origen de la rampa más famosa de la historia, si exceptuamos la que construyeron los romanos para asaltar Masada? ¿A qué periodo pertenece la cuesta que ya ha bajado dos veces el duque de Palma y que, si ningún poder extraño lo remedia, utilizará su esposa la Infanta?

Recordemos en primer lugar que el actual edificio de los juzgados fue hasta 1975 el colegio La Salle. Además del inmueble que albergaba aulas, comedor gimnasio y dormitorios, la congregación era propietaria de prácticamente toda la manzana. El solar no edificado lo ocupaba un gran patio copado por pistas de baloncesto, minibasquet y balonmano... y unos urinarios con puertas de color verde en las que se fumaban pitillos clandestinos y se tenían las primeras experiencias con el onanismo, una actividad entonces tan perseguida como el tabaquismo. Casi toda esta zona se ha reconvertido en viviendas. Al patio se accedía utilizando las mismas escaleras por las que aún hoy se sube a los juzgados o... por una rampa. Algunas fuentes mal informadas, incluso próximas a La Salle, han sostenido que la rampa más famosa de España es la que durante décadas utilizaron miles de niños mallorquines. Totalmente falso.

Con la autoridad que otorga haber sido alumno de la última promoción que ocupó las aulas de las avenidas antes del traslado a Son Rapinya, y previa consulta a insignes compañeros, hemos decidido restituir la verdad histórica. Los Hermanos de La Salle no son los autores de la rampa de la infamia, esta es una obra del ministerio de Justicia. Lo único que había en esta esquina era la procuradoría desde la que el hermano Pedro proporcionaba lápices y blocs a los alumnos. La antigua discurría paralela a la actual, en el otro extremo del patio, con puerta abierta en la esquina de las calles Parellades y Pere Dezcallar i Net. Era una entrada de chillidos de alegría de la chiquillería, un plano inclinado desde el que se accedía a un mundo de descubrimientos, de juegos y de compañerismo... y alguna colleja. Nada que ver con la rampa de la corrupción, la delincuencia y el latrocinio.