Nadie sabe quién enseñó a Miquel Capó Vives a hacer zapatos. Su nieto Cristòfol aprendió el oficio artesano de su padre Benet Capó Nicolau y lleva seis años enseñando a la cuarta generación: Jaume Capó Borrás. El muchacho iba para jardinero pero cedió libros y apuntes y acabó entre suelas de zapatos.

Los orígenes de uno de los pocos –es probable que el único ya– zapateros que confeccionan calzado a medida viajan a Artà. Un siglo atrás. Hay registrado un escrito que remite un operario al abuelo Miquel Capó fechado en 1912, aunque otros papeles adelantan la fundación cuatro años. Centenarios o a punto de serlo no importa. La herencia sigue en Es Sabater.

La historia de la familia es un fragmento que ilustra cómo la industria del calzado de Mallorca ha ido perdiendo pujanza, hundida frente al gran Titanic de los monopolios y del zapato barato. Y de los políticos que escurrieron el bulto al no apoyar la industria del calzado. Dos años atrás cerró la última fábrica de hormas de la isla, Hormas Mallorca. En la calle Ticià, en Palma, padre e hijo continuan con el oficio artesano.

Los hermanos Capó Nicolau estaban haciendo la mili y alguien que comprobó su buen hacer con los zapatos les habló de las fábricas de calzado de Alaró. Benet y Francisco montaron una fábrica en la localidad del Raiguer. Los hijos del primero continuaron con el negocio y montaron en el 76 una sociedad anónima Capó Ferrer.

En toda familia, y si hay cuentas por enmedio, se cruzan cables. Miquel y Cristòfol se separaron y cerraron la sociedad anónima. Recuerda Cristòfol la primera tienda de zapatos y de reparación que abrió en Palma, en la calle San Joaquín.

"Somos hijos, nietos, de payeses, trabajadores de la piedra y zapateros", dice con orgullo, una dignidad idéntica a los canteros toscanos, herederos del Renacimiento.

No paran de entrar a pedirle arreglos de suelas y poner en la horma zapatos recién comprados. Sin embargo Es Sabater no es zapatero remendón. Son maestros artesanos, de ahí que mantenga un convenio con el Ib-Salut para confeccionar zapatos especiales. Calzado ortopédico para dolencias como pies en equino, pies diabéticos, pies planos, desproporcionados, botas adaptadas a bitutor, calzados con alzas.

Al parecer, los pies de los mallorquines "tienen muy mala salud". "Los jóvenes, acostumbrados a ir con deportivas, lo pasan pillo cuando tienen que calzarse. Ningún zapato les cabe.... ¡Y no hablemos de las mujeres y los tacones.... A partir de los 40 años, empiezan a pagar la costumbre", expresa Cristòfol Capó. Muy cerca su hijo Jaume se aplica en encolar una bota. "Me gusta", asegura. Ahora va estudiar ortopedia.

Huele a lustre de bota y a crema. Muchos clientes se despistan y jamás vuelven a recoger su zapato. Como Cenicientas.