­Desde la acera de Cort mirando hacia arriba se adivinan figuras humanas, caras, caretas y una especie de racimos que cuelgan del alero monumental que corona su fachada. A menos de un metro de esta estructura, aprovechando el andamio instalado para la reparación del tejado, se pueden observar cómo estas figuras van tomando forma.

A lo ancho de la fachada se distribuyen once vigas de madera, que prolongan el tejado tres metros y sesenta centímetros sobre la acera. Cada uno de estos travesaños forma una escultura que reproduce una figura con cuerpos de hombre (Atlante) y de mujer (Cariátide) alternativamente. En cada extremo del voladizo se coloca un Atlante, por lo que las distribución de estas figuras da como resultado seis representaciones masculinas y cinco femeninas.

Una de las características que más ha llamado la atención a los investigadores es que la cara de los atlantes ya no sigue las proporciones clásicas. Son muy humanas, hasta el punto de que son reconocibles la una de la otra, con pequeñas diferencias.

Una de las características que más llama la atención de las figuras masculinas es su gran bigote, mientras que en las femeninas destacan sus generosos pechos. Ambas, tapan su desnudez con conjuntos florales en sus cinturas. En la base de los once travesaños también se distingue una figura que representa una cara más humanizada, en el caso de las Cariátides y deforme, un poco diabólica y con las orejas en punta, cuando se coloca en la base de un Atlante. En las diez divisiones del friso –la parte frontal entre la base sobre la que se asientan las vigas y la cornisa– se sitúan también alternativamente representaciones de faunos y ninfas, de tal forma que se pueden contabilizar seis faunos y cuatro ninfas. Por último, otro de los detalles que llama la atención son los grandes colgantes exuberantes de adornos frutales situados en el plano horizontal entre Atlante y Cariátide.