El investigador Pedro Galiana ha presentado esta semana un exhaustivo trabajo sobre las cuevas de Bellver. A pesar de que el libro "Les coves de Bellver" ha dado, por primera vez, un poco de luz sobre la historia de estas cavidades que se encuentran en Bellver, no se ha podido dar respuesta a todos los interrogantes. Veamos.

Actualmente se identifican dos cuevas no naturales (excavadas por el hombre) de planta muy irregular, cuyo acceso se encuentra en pleno bosque del castillo (en realidad es una sola cueva que fue dividida por razones de seguridad en 1937). Ambas ocupan un área de unos 30.000 m2, ocupando un espacio de unos 250 metros de largo por unos 200 de ancho. Como se puede comprobar se tratan de unas dimensiones nada desdeñables.

En cuanto al origen de estas galerías sabemos que ya existían en 1309. En el libro de obra del castillo de Bellver (1309-10) aparecen los pagos por aceite de quemar para alumbrar a las personas que allí estaban trabajando. Contrariamente a lo que se pueda sospechar, el motivo principal de la realización de estas cavidades no fue extraer piedra destinada a la construcción de la fortaleza. La mala calidad de piedra –que sólo se pudo utilizar en la obra básica y basta: foso, material de relleno, taludes…–; la dificultad de extracción en el interior de los túneles; así como el corte de la misma, completamente ajeno al sistema utilizado en las canteras, así lo atestiguan. ¿Para qué tanto esfuerzo en la realización de estos túneles si no era para sacar material de construcción? Galiana no descarta la posibilidad de que la cueva hubiese sido excavada con una finalidad estratégica. No debemos perder de vista que el propio rey Jaime II (impulsor de la construcción del castillo de Bellver) perseguido por su hermano, el rey Pedro III, en 1278 tuvo que huir por las cloacas del palacio de Perpiñán. Recordemos también que en el palacio de la Almudaina había un pasadizo que conducía directamente al mar. ¿Mandó, por tanto, el rey de Mallorca construir un "pasadizo secreto" para poder escapar del castillo en caso de ser sitiado? Esta posibilidad, sin haber sido demostrada por el momento, no parece ser descabellada. El problema de este asunto es que no se ha podido encontrar la conexión entre el castillo y la cueva. Jovellanos, entre 1804 y 1807, pudo contemplar las galerías tal como eran originariamente –aunque sabemos que no las visitó exhaustivamente: "yo he reconocido gran parte de ella" nos dejó escrito– y no vio ninguna conexión. Según Galiana, el terremoto que hubo en Palma en 1851, pudo ser el causante de los importantes desprendimientos en la cueva, lo que dificulta seriamente la búsqueda de la poterna que conectaría con el castillo. Hay que tener en cuenta que la hipótesis del "pasadizo secreto" ha sido alimentada durante siglos por las leyendas populares de los palmesanos. ¿Quién no ha oído hablar alguna vez de un misterioso túnel que une el castillo de Bellver con el palacio de la Almudaina? Galiana ha podido entrevistar algunos testigos octogenarios que de niños, movidos por la curiosidad alimentada por las historias contadas por los mayores, se adentraban en los túneles del castillo en busca de aventuras. Para no perderse iban con un cordel, el mismo que usaban para hacer volar los cometas. La existencia de varios agujeros en el lecho de la Riera, a la altura del actual Paseo Mallorca, algunos de los cuales daban acceso a largos túneles, alimentó –todavía más– las leyendas acerca del túnel que unía la Almudaina con Bellver. En realidad, el origen de muchos de estos túneles se debe a un uso militar, concretamente se trata de contraminas, túneles de unos 300 metros de longitud que se ramificaban para, ante un ataque enemigo a la ciudad, colocar explosivos en una amplia zona desde el subsuelo.

Leyendas aparte, insistimos, no es aventurado pensar que las cavidades de Bellver deban su origen a razones de escapatoria ante un ataque al castillo. El acceso o salida de las cuevas se encuentra cerca del torrente del Mal Pas, el cual desemboca en el Corb Marí, en lo que fue la cala de Can Bàrbara, muy cerca de Portopí, puerto de Palma en época medieval y, por tanto, puerta natural de entrada y salida de la Isla.

En cuanto al estado actual de las cuevas, éste responde a las vicisitudes jurídico-administrativas que sufrió el castillo de Bellver a partir de 1905. En el mes de mayo de ese año el Ramo de la Guerra entregó al Real Patrimonio el castillo y el bosque. En 1931, gracias a las gestiones del malogrado diputado Alexandre Jaume, el gobierno de la República cedió al Ayuntamiento de Palma todo el conjunto de Bellver. En 1935, el Ejército propuso disponer de las cuevas para guardar casi cuatro millones de litros de gasolina en quince mil bidones de doscientos cincuenta litros cada uno. Con el estallido de la Guerra Civil todo se precipitó. Se prohibió el acceso público al bosque de Bellver y la cueva fue ocupada militarmente. En 1937 se realizaron importantes obras en su interior que significaron la ampliación de la cueva, la cual fue dividida en dos por cuestiones de seguridad. Una se convirtió en polvorín, mientras que la otra se destinó a depósito de combustible. La utilización de un gran número de prisioneros de guerra, permitió realizar una gran remodelación en un corto periodo de tiempo. Las cuevas, convertidas en grandes depósitos militares, dieron muchos problemas debido principalmente a las humedades surgidas por falta de ventilación. En 1940, la mayor parte del bosque de Bellver volvió a ser de uso público. Finalmente, en 1967, tras haberse desmontado los depósitos, las cuevas y la parte del bosque que aún se mantenían bajo el control del Ejército, fueron devueltas al Ayuntamiento de Palma. La humedad siguió siendo el tema pendiente de las cuevas, hasta que en 2002 se realizaron tres conductos de ventilación que solucionaron el problema. Finalmente, en época del alcalde Joan Fageda, se abrieron al público. En la actualidad las cuevas se pueden visitar durante las fiestas patronales de San Sebastián. Quien se adentre en ellas tiene asegurada más de una sorpresa.

(*) Cronista oficial de Palma