Los tres decidieron refugiarse en el aeropuerto durante casi cinco horas a pesar de que su vuelo, el 5618 de Spanair, no saldría hasta las 15.40 horas desde la terminal D.

Cuando a las 14.20 horas este periódico les descubrió en la terminal C, sentados en una mesa ubicada al fondo de un largo y semioscuro pasillo, con mucha prensa desplegada sobre la mesa, De Santos estaba mirando su móvil, del que luego no se separaría casi en ningún momento. No sólo no intentó ocultarse, sino que miró a la cámara con un gesto desafiante.

Ante las preguntas de este periódico, Javier Rodrigo de Santos no abrió la boca y se limitó a echar miradas arrogantes. Su hermano salió al paso con un "no vamos a hacer ningún tipo de declaraciones". Ante la insistencia de este rotativo, su hermano repitió: "He dicho que no haríamos ningún tipo de declaraciones".

Cinco minutos después recogieron su equipaje de mano y se encaminaron hacia la terminal D. Rodrigo de Santos no paraba de mirar su móvil, de mascar chicle casi de manera compulsiva e incluso con la boca abierta, y de taconear con sus zapatos. En un momento, los tres intentaron subirse a un ascensor para urdir una maniobra de despiste pero cuando descubrieron que sería infructuoso desistieron, y siguieron caminando. Su hermano espetó, una vez más: "No nos siga", con el taconeo de De Santos como fondo. Al llegar a la puerta D 80 se ubicaron en el rincón más alejado, al lado de los servicios, y se sentaron de cara a la pared (su hermano a la izquierda y su mujer en el centro).

Su esposa se mostró afectuosa con él en todo momento. Ella no se movió de su asiento al contrario que su esposo, que casi no podía permanecer sentado, igual que su hermano. Ambos se acercaron varias veces a las pantallas para controlar los horarios (el vuelo salió con 20 minutos de retraso). Ningún pasajero pareció reconocerle. En un momento, Javier le pidió a su hermano las tres tarjetas de embarque y se acercó al mostrador de Iberia que está pegado a la puerta D 80. Le entregó las tarjetas a la azafata y estuvo allí casi cinco minutos. Posteriormente, ella le devolvió los tickets con un gesto que parecía decir "lo siento".

Cuando llegó el momento de embarcar, su esposa y su hermano intentaron rodearle de manera que no pudiera ser fotografiado. Su hermano tuvo tiempo de decir: "He dicho que no haga más fotos o la denunciaré". Fue el único momento en el que De Santos intentó agachar la cabeza pues los pasajeros, alertados por los flashes, centraron sus miradas en él.

El vuelo aterrizó en Madrid a las 17.20 horas, donde un grupo de periodistas le esperaban, a quienes De Santos, con semblante serio, nervioso y con gafas de sol, evitó hacer ningún tipo de declaración, limitándose a decir "gracias" mientras negaba con la cabeza. Su hermano, por su parte, amenazó a un fotógrafo con querellarse si no dejaba de sacar imágenes al ex regidor de Urbanismo. Los tres esperaron en la terminal a la espera de que una cuarta persona pasara a buscarlos. Al cabo de unos minutos, los tres se subieron a un vehículo y se marcharon.