Eran las 10.00 horas de ayer cuando un escuadrón de los Bombers de Palma hacía su aparición en el hospital de Son Dureta. No había incendios que apagar, ni inundaciones que achicar, pero sí muchas ilusiones que repartir. El dispositivo, dirigido por el jefe del cuerpo, Manuel Nieto, tenía muy claro su objetivo: el centenar de niños que deben pasar estas fechas hospitalizados deben tener su regalo. "Es más un premio para nosotros que para ellos", afirmaba Nieto mientras dirigía el despliegue de su personal.

El cuerpo de Bombers de Palma desde hace años realiza esta visita a las niños internos de los hospitales de Ciutat para atenuar su situación con una sonrisa. Alegrías que alivian a las familias que los acompañan en todo momento. Así con la lección aprendida, uno a uno los agentes hacían su aparición en las habitaciones repartiendo peluches a los pequeños y un camión de bomberos para los más mayores.

Ni en la unidad de día, ni el centro de oncología, ni el de cirugía, ningún niño tenía que quedarse sin obsequio. Llegados a las zona de niños aislados por estar inmunodeprimidos, la intrépida bombera Ruth se enfundó su máscara para hacer llegar el presente, rescatando a los niños de la atonía de vivir entre paredes hospitalarias. La unidad de los niños crónicos sirvió de reencuentro para viejos amigos. Aunque dadas las circunstancias repetir no sea ningún premio, los niños agradecen ver a una cara conocida que vuelve cada año a visitarles.

"Es muy duro pasar las fiestas en el hospital" afirma la jefa del servicio de atención al usuario, Ángela Tumbarello, por lo que el hospital tratará de dar el alta al máximo de niños para que puedan disfrutar en sus casas durante las celebraciones.

El dispositivo de Son Dureta finalizaba y raudo el grupo de bomberos se dirigía hacia Son Llàtzer, donde repetirían el operativo. El final del día habría sido duro, no por el trabajo sino por compartir las penas. Aunque los abigarrados agentes saldrían reforzados para futuras misiones imbuidos de la fortaleza de estos niños.