Opinión

El masculino inclusivo

Irene Montero.

Irene Montero. / EP

La algarabía, guirigay político en el que se han metido nuestros representantes en el Congreso de Diputados no solo afecta al normal funcionamiento de la democracia sino también a la difícil estabilidad social. La crispación que allí se ha instalado se está trasladando a la ciudadanía, el simplón argumento de «y tú más» es recurrente y poco convincente. El desentendimiento parece que no tiene vuelta atrás, ya no les basta vociferar que el país esta henchido de corrupción política, sino que se ven animados a poner en funcionamiento, una vez más, el «ventilador» para esparcir esto de la podredura a diestro y siniestro. Ahora están entrando en otra corrupción, la corruptela del lenguaje. El Congreso ha aprobado recientemente una normativa para regular el uso de la lengua en el ámbito parlamentario y adaptarla al lenguaje no sexista en la administración parlamentaria. Hasta ahora la Real Academia de la Lengua —que al parecer flaquea—, era la autoridad lingüística en todo lo referido al uso correcto del idioma castellano, no obstante, el pasado cinco de diciembre la Mesa del Congreso aprobó una reconvención bajo el titulado de Recomendaciones para un uso no sexista de la lengua…, que, en mi opinión, invade de forma flagrante la competencia exclusiva de la Real Academia. El documento dice, entre otras majaderías, que no se debe de utilizar el «llamado masculino inclusivo» y que debe de ser sustituido por otro, complejo y retorcido, consecuencia del descomedido, descabellado y atrevido feminismo de Irene Montero, cuando Ministra de Igualdad —aquellos polvos generan estos lodos—. Por ejemplo, la nueva normativa establece que no podrán decir ni escribir «los usuarios» sino «las personas usuarias», o que «los que vivimos y trabajamos en España», deberá ser suplido, porque excluye a las mujeres y en consecuencia deberá sustituirse por «quienes vivimos y trabajamos…», tampoco se podrá decir «los espectadores» sino «las personas espectadoras» y que no se atrevan a decir «unos dos mil asistentes», porque contiene el temerario «unos» y habrá que decir «aproximadamente dos mil asistentes». Para la Academia estas recomendaciones contienen expresiones demasiado forzadas para cualquier hablante de la lengua castellana. La RAE vuelve a explicar que el género masculino es inclusivo tanto en castellano como en otras lenguas, como por ejemplo en la francesa, lengua, por cierto, muy cuidada por su Academia, que si ejerce su potestad, goza autoridad. En esta accidentada legislatura el tema «del lenguaje inclusivo» se ha convertido en un argumento más de debate debido a una equivocada ofuscación feminista. La Academia Española considera que esta moda puede acrecentar la distancia entre el mundo real del lenguaje y las instituciones públicas.

Resulta que el Parlament de Catalunya, que actualmente está revisando el «Codi Civil de Catalunya» (Código Civil de Cataluña), ha proscrito el uso de «pares» (padres). Los padres hemos sido fulminados, ya no existiremos, a partir de ahora, en Catalunya, seremos «persones progenitores» (personas progenitoras) y, ello nuevamente, debido a las formulas igualitarias, inclusivas y no sexistas. La sumisión a esta moda, la erradicación del masculino genérico, acabará siendo un auténtico dislate. Si nos ponemos así, los coches de la policía autonómica catalana, que siempre ha estado rotulados con la denominación «Mossos d’Escuadra», deberán de repintarse de nuevo con una nueva inscripción «Mossos y Mosses d’Escuadra» (mozos y mozas) titulación que amparará a las mujeres que trabajen en este cuerpo policial. El sometimiento a esta moda que se está generalizando nos permite preguntarnos ¿a dónde irán a parar los criterios filológicos? La lingüística es una ciencia suficientemente complicada, la complejidad del día a día en nuestra comunicación aconseja ser prudentes y dejar la innovación a las personas que tengan formación científica. ¿Acaso no tiene el país suficientes problemas como para añadir de forma innecesaria conflictos lingüísticos? Para que nadie piense que soy un radical de la corrección lingüística y por supuesto, que esté en contra de un feminismo lógico, me despido de ustedes deseándoles a «todos y todas» un buen día.

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