Opinión

Empieza la temporada más larga

Una imagen de archivo del inicio de la temporada turística en el puerto de Alcúdia.

Una imagen de archivo del inicio de la temporada turística en el puerto de Alcúdia. / G. Bosch

La temporada turística más larga de la historia de Mallorca ha comenzado a mediados de marzo, con las playas ocupadas y los termómetros por encima de los veinte grados. Se prevé que la actividad hotelera se extienda hasta bien entrado noviembre, a un paso de redondear una desestacionalización que no distinga de meses del año. La euforia es innegable en la patronal, y ha permitido incrementar los precios de los alojamientos en porcentajes sin precedentes. La escasez de trabajadores denunciada por los empresarios también mejora las perspectivas de los profesionales.

Ya no puede hablarse del verano de 2024, centrando en el calendario una actividad estacional que en años recientes basaba su rentabilidad en quince días de agosto. La demanda ha disparado la oferta, no será una temporada más salvo que las excelentes previsiones sean desbaratadas por un cataclismo de la magnitud de la pandemia de 2020. Con todo, no hay explosión económica sin contrapartidas, y los balances contables no disipan las incertidumbres que entorpecen el optimismo irrefutable. La escasez de agua, por ejemplo.

El fenómeno turístico más importante de la temporada ya iniciada, y que solo acabará con el año, es la incorporación del vocabulario crítico al lenguaje de los industriales turísticos. Conceptos como saturación, masificación y turismofobia aparecen ahora con regularidad en los foros en que los propios hoteleros expresan sus preocupaciones. Se encajan incluso ideas hasta ahora prohibidas, como el resquemor cuando no hostilidad de la población ante una invasión de la isla que no se detiene en las plataformas habituales del ocio estival. La admisión del problema, y de la reacción ciudadana, solo pierde la unanimidad en el reparto de culpas. Los explotadores de instalaciones de alojamiento culpan de los excesos a la lógica del alquiler turístico, simbolizada hoy en Airbnb. Quienes sacan al mercado sus viviendas en plataformas replican que su actividad completa y no compite. El Tribunal Supremo puede parecer un árbitro inesperado para esta disputa. En la sentencia que avalaba la prohibición del alquiler turístico en pisos palmesanos, la instancia judicial detallaba que la proliferación de hoteles en la capital no implica que la ciudad deba dedicarse íntegramente a dicha actividad.

Frente al todo turismo todo el tiempo, se ha impuesto el consenso de menos visitantes de mejor calidad, abrazado desde la presidenta Marga Prohens hasta la izquierda antielitista. La coincidencia no implica que se hayan articulado los mecanismos para esta selección imprescindible, si se ha de mantener la racionalidad de la actividad. Y el elefante en la habitación de hotel es el cambio climático. La temporada más larga de la historia permitirá evaluar la convivencia con un mes entero sin bajar de cuarenta grados, donde los turistas no buscan descanso sino un refugio a la sombra.