TRIBUNA

Detonantes

Como dijo Putin hace dos años mientras sonreía a raíz del fallido envenenamiento: «si quisiera haber matado a Navalni, lo hubiera hecho». Lo que traducido al español significaba, «la próxima no fallo»

Vladimir Putin.

Vladimir Putin. / AP

Fernando Toll-Messía

Fernando Toll-Messía

Aveces es necesario un hecho tremendamente conmovedor para que los políticos reaccionen ante o frente, según el caso, la opinión pública y un asesinato premeditado es un detonante. Como dijo Putin hace dos años mientras sonreía a raíz del fallido envenenamiento: «si quisiera haber matado a Navalni, lo hubiera hecho». Lo que traducido al español significaba, «la próxima no fallo».

La muerte de Navalni ha tenido un efecto mucho más allá de su heroico martirologio. No servirá de nada en Rusia, pero ha despertado a la coalición internacional que apoya (apoyaba) a Ucrania frente a Putin. Y la Conferencia de Seguridad de Múnich ha sido el escaparate de muchas declaraciones con aroma de penitencia. Un año antes de la conferencia citada, el primer ministro de Finlandia, Petteri Orpo, país que tiene más de 1.300 kilómetros de frontera con Rusia, decidió romper con su tradicional neutralidad incorporándose a la OTAN. Le siguieron los suecos (país muy rico) que tienen mucho más que perder, y, por tanto, mucho más que temer. Y el último clavo en la frente de la ingenuidad europea lo ha puesto Trump incitando a Putin a invadir a los países OTAN que no gasten el dos por cierto de su PIB en defensa. Declaraciones de un psicópata que dentro de nueve meses será presidente de los EEUU. Pero los medios están mucho más preocupados por el bodrio que vamos a enviar, otra vez más, a Eurovisión.

LA covid-19 y la Guerra de Ucrania nos han enseñado que no podíamos descargar nuestras necesidades de suministros básicos en China y las de gas en Rusia; y la historia reciente, nos revela el mapa estratégico de Putin: atacó Georgia en 2008, Crimea y Ucrania Este en 2014, y el resto del país, en 2022. Probablemente, seguirá la invasión de un país báltico aprovechando la presidencia de Trump. Pero es que la historia también nos ha demostrado que no deberíamos haber confiado nuestra seguridad militar en EEUU, y las referidas declaraciones de Trump son un premonitorio advenimiento de lo que se puede venir encima.

Se ha empezado a escuchar entre bambalinas de la Conferencia de Múnich que, sin una defensa y una política exterior común, la Unión Europea está indefensa frente a las cada vez mayores amenazas de actores de peso tan potentes como Rusia, Irán, China o Corea de Norte, que, descaradamente, están violando las sanciones internacionales y armando a Rusia. Esta guerra ha dividido al mundo en dos grandes bloques: Occidente, culto, rico y demócrata, de una parte, y una serie de países emergentes, cada vez más ricos y más poblados, muy poco o nada demócratas, de otra. Países que se sienten abandonados y maltratados por los primeros. Y son seis mil quinientos millones de personas, y nosotros sólo mil y pico.

Frente a la ingenuidad de algunos, urge aumentar el presupuesto de defensa por encima del 2% del PIB, y potenciar una industria común lo suficientemente potente y disuasoria para evitar el siguiente paso de Putin. Un tipo que vive obsesionado con que la mayor catástrofe del siglo XX fue la caída de la URSS.

Putin está envalentonado y ha puesto a Kaja Kallas, primera ministra letona, en busca y captura; Mette Frederiksen, primera ministra danesa, ha respondido decidiendo entregar toda la artillería de su país a Ucrania; Margarita Robles ha denunciado que Estonia, Lituania, Letonia y Finlandia están aterrorizados porque creen que serán los siguientes; Petr Pavel, antiguo general de la OTAN, y en la actualidad presidente checo, ha explicado que en colaboración con los daneses y otros países, han encontrado a la venta 500.000 cartuchos de 155 milímetros y 300.000 cartuchos de 122 para reforzar al ejército ucraniano, lo cual les permitiría aguantar hasta que los americanos se decidan y les provean de más armamento a finales de año. Falta ver quién los paga. Y considera urgente enviarles misiles balísticos de largo alcance para que los rusos se retiren a posiciones anteriores. El checo ha dicho que el único sacrificio que todos podemos hacer es «reducir nuestra propia comodidad».

Vemos, por tanto, muchas señales, muchos avisos y muchas amenazas a Europa que deberían servir como detonante a la coalición occidental para evitar que la guerra llegue realmente a territorio de la Unión Europea.