Al Azar

El héroe Navalni es Santa Claus

El líder opositor rus Aleksei Navalni

El líder opositor rus Aleksei Navalni / CBS/60 MINUTES / ZUMA PRESS / CONTACTOPHOTO

Matías Vallés

Matías Vallés

¿D e dónde saca las fuerzas Alekséi Navalni? Si ya se ha producido la segunda llegada de Jesucristo, con todas sus miserias humanas a cuesta, se ha reencarnado sin duda en el disidente ruso. Un personaje de entorno y condiciones privilegiadas, un seductor nato frente a predicadores ominosos como Greta Thunberg o Donald Trump, escoge deliberadamente la senda del martirio. Tras ser envenenado por Putin y curado gracias a los antídotos de la medicina alemana, el rebelde regresa voluntario a Moscú desde la convicción de que emprende un viaje sin retorno hacia prisiones con las condiciones de gulag. Enhorabuena a quienes repasan sus antecedentes extremistas, pero no se me ocurre nadie capaz de desafiar al zar sometiéndose a sus torturas.

Según los criterios occidentales, Navalni es un triunfador, un comunicador de primer orden. Los vídeos en que desnuda a Putin y a sus compinches como Medvedev muestran a un campeón de la imagen. Ningún conductor de informativos a escala global comparte su magnetismo arrasador. El documental Navalny es imprescindible, impresionante y digno ganador de un Oscar, por el carisma pletórico de buen humor derrochado por una persona que se ha encadenado a perpetuidad. Ni siquiera duda sobre el regreso a la cárcel garantizada, y telefonea a sus envenenadores localizados en un espléndido trabajo de investigación periodística, para preguntarles con llaneza por qué querían matarle.

La mayoría de los valientes que conocemos abjurarían de su coraje, solo un día después de someterse al infierno cotidiano abrazado por Navalni para desmontar a Putin. En el último capítulo de su calvario, consistente en el traslado a un penal ártico que deja pequeño a Solzhenytsin, no dramatiza su infortunio. Al contrario, retoma la ironía que nunca le ha abandonado para autocalificarse de Papa Noël, enviado a la geografía polar para cumplir con su cometido navideño. Y le escribe al mundo que «puesto que soy Santa Claus, os preguntáis probablemente por los regalos. Pero soy un Santa Claus en régimen especial, así que solo quienes se han portado muy mal reciben regalos». Igualen esto, si se atreven.

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