TRIBUNA

Si yo no produzco, tú no comes

La sociedad tiene que saber que los agricultores, ganaderos, pescadores realizan su actividad de forma muy sostenible y responsable. La sociedad debe saber que el nivel de profesionalidad del sector agrario y pesquero de nuestro país es muy alto

Si yo no produzco, tú no comes

Si yo no produzco, tú no comes

Fernando Fernández Such

Fernando Fernández Such

«Si yo no produzco, tú no comes» es el lema de la campaña promovida por Cooperativas Agroalimentarias de España junto al grupo de comunicación Agrifood, y a la que ya se han sumado 38 organizaciones, empresas y entidades del sector agroalimentario. La campaña se lanzó el pasado 16 de octubre, Día Mundial de la Alimentación, y continúa desarrollando acciones por toda España para captar la atención de la sociedad respecto al trabajo que hacen los productores y productoras de alimentos. El lunes, 18 de diciembre, tuve el placer de participar y aportar mi granito de arena en el acto de campaña en las Islas Baleares.

Les recomiendo que dediquen un par de minutos a ver el vídeo divulgativo. La pesadilla podría convertirse en realidad si las y los productores parasen de trabajar apenas una semana. ¿Qué pasaría si un día no tuviéramos alimentos a nuestro alcance? Los protagonistas que hay detrás de los alimentos que cada día necesitamos, disfrutamos y con los que celebramos nuestras fiestas, son los productores y productoras. En demasiadas ocasiones se nos olvida y en general, cuando se diseñan campañas de promoción de alimentos, ponemos el acento en el producto y poco decimos del productor. No es este el caso. Me gusta la idea que expresan sus promotores, de que se trata de una «campaña reputacional». Reputacional implica valoración. Solo se valora lo que se conoce.

Hay una segunda idea en torno al porqué de la campaña que no quiero pasar por alto. La campaña nace también de la necesidad. Resulta distópico pensar que sea necesario una campaña para reivindicar el papel y el buen hacer de los productores y productoras de alimentos. La sociedad tiene que saber que los agricultores, ganaderos, pescadores realizan su actividad de forma muy sostenible y responsable. La sociedad debe saber que el nivel de profesionalidad del sector agrario y pesquero de nuestro país es muy alto. La sociedad debería conocer la cantidad de decisiones enlazadas que toma un payés desde que planifica su producción hasta que la vende. A pesar de esto y sin saber cómo, se ha logrado extender en parte de la sociedad una sutil sospecha que debemos desterrar. Se sospecha del compromiso ambiental del payés, o de su eficiencia productiva, o de su sensibilidad para con los animales o de tantas otras cuestiones. Me sorprendo a mí mismo justificando que para producir alimentos se necesita agua y que no podemos depender solo de la que cae del cielo, o más aún, que las vacas y las ovejas beben todos los días y necesitan agua de calidad. No veo cuál es el problema que como sociedad asumamos que después del agua para beber, el mejor destino que podemos dar al agua, es producir alimentos. Cómo no, añadiendo la coletilla «siempre preservando el buen estado y la sostenibilidad de las masas de agua» no sea cosa que alguien sospeche de mí. La realidad es que este discurso se desvanece cuando logramos explicar cómo se hacen las cosas y cuando el consumidor descubre que tenemos el sistema alimentario más seguro y de mayor calidad del mundo. Se desvanece, definitivamente, cuando disfrutamos de una porcella con su piel crujiente, un buen queso curado de Mahón o una roja, fresca y dulce rodaja de sandía en verano.

Ciertamente, necesitamos de una reconexión de los consumidores con los productores. Fue real y fuerte durante la pandemia, pero por motivos difíciles de entender, se desvaneció a los pocos meses. Necesitamos hacer pedagogía con el consumidor medio. Quizás debamos empezar a ser más claros. Recordar a la sociedad que los alimentos no pueden ser baratos y que deben valer lo que cuestan para cubrir con dignidad el trabajo de todos los eslabones de la cadena y si además queremos que se produzcan de forma sostenible y saludable. Quizás debamos asumir que «el consumidor europeo no está dispuesto a pagar lo que el ciudadano europeo reclama» pero entonces, donde quedan los valores que hay detrás de las exigencias normativas que aprobamos como sociedad. Será que la ciudadanía se conforma con cualquier alimento. Estoy seguro que no es así. Solo necesitamos poder contarlo.