Tierra de nadie

La ansiedad se va al amanecer

Juan José Millás

Juan José Millás

Me contaba la empleada de un tanatorio que un cliente llamó para preguntar a qué hora abrían. Supuse que el cliente no sería el finado, sino un familiar, pero es cierto que tenemos ahí un problema de nomenclatura. ¿Cómo nombrar la relación entre el cadáver y los servicios mortuorios? Pero a lo que íbamos: estamos tan acostumbrados a que las cosas se abran y se cierren que nos cuesta entender el horario ininterrumpido de los tanatorios. ¿Y qué fue antes, el cerrarse o el abrirse? Yo creo que en el principio de los tiempos todo estaba cerrado y que lo hemos ido abriendo a medida que avanzábamos. Hemos abierto puertas físicas y mentales, hemos abierto los huevos de gallina también para hacer tortillas, hemos abierto las nueces para acceder a su fruto, hemos abierto en canal a los animales para extraerles su potencia calorífica, hemos abierto vías de comunicación por tierra, mar y aire y hasta la Biblia hemos abierto para ver cómo, ya en las primeras líneas, Dios abría las tinieblas para que se hiciera la luz. En cuanto a los ataúdes, por volver a la escatología, los compramos cerrados y hemos de abrirlos antes de volverlos a cerrar con su difunto dentro.

Aparte de los tanatorios, suelen estar abiertas también de forma permanente las gasolineras, los hospitales, los aeropuertos internacionales y cierto tipo de supermercados. Cerca de mi casa hay uno al que puedes ir a comprar a las cuatro de la madrugada. Está cerca, por cierto, de un tanatorio que le ha dado mucha vida al barrio. A veces voy (al supermercado) para ver si pasa algo y compro unas magdalenas recién hechas que saben a sudario. He trabado amistad con uno de los vendedores, según el cual la mayoría de los clientes vienen del tanatorio.

-A veces, según me pagan, se les cierran los ojos porque llevan toda la noche en vela (o porque son los muertos, se me ocurre a mí).

Pero he ahí otra cosa que tuvimos que abrir al poco de nacer: los ojos. Y la boca, para tomar aire. Cuando vuelvo a casa, completamente desvelado ya, abro un libro, porque los libros están siempre cerrados y así se pasan la mayor parte de su vida, y hago tiempo hasta que se abre el día y con los primeros rayos de luz se desvanece la ansiedad.

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