PENSAMIENTOS

Las memorias de Urdangarin

Felipe Armendáriz

Felipe Armendáriz

El apellido Urdangarin significa en euskera «cima de la gran presa de agua». Casualidades de la vida, Iñaki Urdangarin tiene en sus manos romper un enorme pantano y arrastrar, con la consiguiente riada, a toda la Familia Real española.

Desde que, en enero del 2022, el trilero del Instituto Nóos se separase de Cristina de Borbón se ha venido especulando con su libro de memorias. Sería todo un superventas, aunque nunca a la altura de las confesiones del príncipe Harry de Inglaterra.

El hoy expresidiario tendría que buscar un buen negro. Durante sus intervenciones en la instrucción y el juicio sobre su peculiar «ONG» demostró tener unas facultades expresivas muy limitadas. Tal circunstancia no es problema alguno: la editorial le facilitaría un redactor todoterreno y con altas dosis de amarillismo. La golosa materia prima la proporcionaría el protagonista; el guiso lo prepararía el otro.

También se ha dicho que la Familia Real y la familia del Rey no quieren saber nada de la hipotética obra. El plebeyo que se convirtió en aristócrata, consorte de una infanta de España, y que, por azares del amor, ha vuelto al vulgo conoce muchas cosas. Se habla de que entre las cláusulas del acuerdo de divorcio de los exduques de Palma destacaría su obligación de guardar silencio.

Nuestro hombre tendría, de esta forma, una especie de «secreto profesional», que le impediría revelar detalles de sus años como yerno del rey Juan Carlos I y cuñado del actual monarca, Felipe VI. La contrapartida a este mutismo sería una importante pensión mensual, abonada por su exmujer.

La cuantía de esta «paga» se desconoce. A pesar de eso, se han publicado cifras escandalosas (hasta un cuarto de millón al mes), fruto de la ignorancia, la manipulación y la inquina contra los Borbones. La Infanta tendría que ganar muchísimo dinero para poder pasar esa compensación a su ex y seguir ella con su elevado tren de vida. No parece realista.

El patrimonio que tenía el matrimonio desapareció en el tsunami judicial. Aunque doña Cristina fue absuelta, el proceso se comió la fortuna declarada. Ignoramos si hay algo opaco.

El antiguo balonmanista podría aclararnos cuál fue el rol que siguió el Emérito en su «carrera empresarial». Confirmar, o desmentir, la tesis del juez José Castro: el Rey enseñó a su yerno a hacer cambalaches; le abrió puertas; le apadrinó y le introdujo en un mundo de corrupción destinada a vivir a lo grande sin trabajar. El magistrado se planteó, si quiera a nivel teórico, dirigir las pesquisas contra el entonces jefe del Estado. Fue imposible por la controvertida inviolabilidad del monarca.

Con lo que hemos averiguado desde que el deportista vasco cayó a los infiernos sobre su exsuegro solo cabe decir: de tal palo, tal astilla. El primer Rey de la Democracia ha dejado al exbarcelonista como un simple aficionado, un quiero y no puedo, al que, para más inri, le han pillado. También podría explicarnos por qué perseveró en tener como abogado a Mario Pascual, una excelente persona al que este caso le vino muy grande.

Otro asunto de no menor interés son sus relaciones con los gobernantes de Baleares, Madrid y Valencia, que le regaron con millones públicos a cambio de humo. No obstante, la gran presa no reventará.

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