Tribuna

El otoño de la D.

Eli Gallardo

Eli Gallardo

Escribió María Zambrano que ciertas palabras quedan inservibles después del uso inmoderado que de ellas se ha hecho, o desacreditadas cuando se las emplea para enmascarar fines inconfesables, o vacías, huecas, gastadas y sin valor como moneda fuera de curso y sin belleza. De ahí que en el titular no aparezca la palabra «democracia», sino abreviada con una D y un punto, para evitar que ciertas personas se sientan repelidas por un término manido, utilizado por todos los partidos para justificar sus actitudes, estrategias y fines, y que hoy parece hueco.

La D. es un sistema y es una ideología. Hay quienes usan ese sistema pero no profesan la ideología democrática y, como escribió Hannah Arendt, utilizan la propaganda, esa «parte inevitable de la «guerra psicológica» del totalitarismo contra todo lo demás. El clima de campaña permanente hace que no podamos distinguir qué es y qué no es propaganda, ni cuándo nos están intentando vender aquel elefante del cuento de Vázquez Montalbán.

Estos días hemos tenido un cambio brusco de las temperaturas y de la luz diurna, como una metáfora postelectoral. Tras la primavera de aquellas peticiones de más democracia y participación, y de la eclosión veraniega de los gobiernos progresistas surgidos del nuevo ciclo de 2015, revalidados en 2019, hemos pasado de golpe a un otoño de la D. a un ritmo sincopado, con menos luz y más hostil. Sigue habiendo D. porque es un sistema, pero no todos sus beneficiarios creen en él como ideología, pues sus credos son anteriores a la democracia liberal moderna y la niegan, como otras evidencias mucho más científicas y jurídicas, como la situación minorizada del catalán, como la violencia de género o el carácter «Social» (con mayúscula) de nuestro Estado.

Como ocurre con las estaciones, los gobiernos y sus tendencias son cíclicos. En Balears, de hecho, desde 1995 habían sido pendulares hasta que las urnas premiaron a la izquierda y se alteró aquel turnismo, revalidando su mayoría en 2019. Luego vendrían los vientos y tempestades de quienes conciben a la izquierda como okupa del poder, usurpadora e ilegítima, a quienes atacan incluso después de ganarles las elecciones del 28M.

Puede que gracias al cambio climático, que ha alterado los ciclos y estaciones, pasemos de un otoño breve a una nueva primavera sin que nos demos cuenta de que el invierno podría haber sido muy duro, como vimos el 23J. Un invierno para la D. como el que representa el trumpismo, que amenaza como una ciclogénesis explosiva, o como el franquismo político —con base en el sociológico—, otro de esos términos desgastados, pero que hoy es más visible, más impune gracias a la propaganda, con más escaños y que está dentro de gobiernos autonómicos.

Dicen que la primavera siempre vuelve.