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Olvidar el móvil por unas horas

Martí Saballs

Martí Saballs

Pensé que era un espejismo. La imagen resultaba impactante: un adolescente alemán -calculo 13 ó 14 años- leyendo la revista de información general germana Focus bajo una tumbona en un conocido complejo hotelero de la playa de la Barrosa, Cádiz. A su lado, su -imagino- hermano de edad similar leyendo otra publicación que no acerté a ver -¿sería Der Spiegel?-. Sus padres no estaban, pero quién sabe si aparecerían leyendo en cualquier momento un libro de Kant, Nietzsche o vaya usted a saber qué otra rareza paleolítica.

Ver a personas leer un libro, un diario de papel o una revista, aunque sea de variedades, en el tórrido verano playero español es un milagro. Una mañana pillé por sorpresa las palabras que otro joven dirigía a su padre, señalando el libro que yo había dejado en mi tumbona. «¿Este libro con tantas páginas se lee?», le inquirió. El padre, con el móvil a centímetros de sus ojos, le instó a no ser insolente.

He visto pasear a personas a las siete de la mañana colgadas del aparatito a orillas del Atlántico. Supongo que estarían comprando valores bursátiles o de renta fija en las bolsas asiáticas. He visto parejas, adolescentes y gente de mayores edades con el móvil en su mano a todas horas. Algunos, arriesgándose en medio de las olas para sacar la foto del año. La imagen de padres colocando a sus críos pequeños pantallitas con dibujos animados para que no molesten es ya tan habitual como respirar. Pobrecitos.

Los seres humanos, al menos en este mundo que nos envuelve, hemos convertido el móvil en parte de nuestra esencia y existencia. Va por niveles, pero resulta casi imposible saber despegarse de él aunque sea unas horas. Lo hemos convertido en cámara de fotos que un día intentaremos ordenar, más en centro general de comunicación y cotilleo para contar qué hacemos a cualquier hora. Con el móvil pagamos, reservamos, consultamos, socializamos y, algunos, incluso leemos. Son muchas las personas a quienes les produce temor desconectarse del móvil unas horas por aquello del qué pasará, de qué no nos enteraremos.

El móvil genera una adicción cuyas consecuencias empezamos a vislumbrar. No sé cómo evolucionará su uso y de qué manera deberá empezar a educarse su utilidad, incluso restringirse. Ni en vacaciones somos capaces de evitar mirarlo unas horas. Aún quedan días para intentarlo. ¿El móvil? Encerrado.

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