Se ha salvado el sistema

Antonio Papell

Antonio Papell

Sin dramatismo pero con mucha preocupación, muchos advertimos de que unos resultados electorales que permitieran el ingreso de Vox en el gobierno del Estado no representaría una alternancia política sino un cambio de sistema, y hacia derroteros de extrema peligrosidad puesto que hubiesen incluido elementos antifeministas, xenófobos, negacionistas en varios sentidos, represores y antiliberales. En otras palabras, se hubiese interrumpido la dialéctica derecha-izquierda que ha permitido progresar a este país desde los albores de la transición hasta hoy día y se hubiera admitido un viraje peligrosísimo que se alineaba con el trumpismo y con la peor extrema derecha europea.

Finalmente, los electores han recapacitado y han desmentido las encuestas. Paradójicamente, esta vez ha tenido más razón Tezanos que todos sus adversarios y contradictores, y la derecha no suma. El Partido Popular y Vox no conseguirían la investidura de Feijóo. No lo tendrá fácil Sánchez ya que sus socios tradicionales han obtenido resultados muy dispares y habrá que conciliar intereses divergentes. Pero todo indica que habrá gobierno de izquierdas durante cuatro años más o, en su defecto, otras elecciones, que no serían favorables para el desgastado Feijóo ni mucho menos para Vox, que ya ha demostrado ser un obstáculo prácticamente insalvable para que la derecha vuelva a gobernar en este país.

El Partido Socialista llegó a las elecciones de mayo muy desgastado por una legislatura muy difícil en la tuvo que sortear obstáculos e inconvenientes de todo pelaje, desde una mortífera pandemia a una guerra en Europa, cuando todavía estábamos saliendo de la gran crisis económica y financiera que estalló en 2008 y que introdujo elementos de desigualdad en la sociedad europea que todavía no se han cerrado del todo. Eso explicaría el mal resultado del PSOE en las elecciones autonómicas y municipales pasadas. Sin embargo, al convocar Sánchez elecciones generales inmediatamente, la sociedad ha podido percatarse de que, si no tomaba medidas y se dejaba arrastrar por la misma inercia, pondría a este país en manos de un PP que no tiene el menor empacho en entenderse con la extrema derecha, en utilizar su mismo vocabulario y en adoptar el mismo estilo pendenciero de un neofascismo que la inmensa mayoría no está dispuesta a digerir.

Así las cosas, la derrota de Feijóo es el desenlace de dos factores: uno primero, la escasa valía política personal del candidato, que no ha dado la talla. Sus errores abultados que ponían de manifiesto un déficit en cultura general, su marrullería al utilizar alegremente datos falsos para desbordar al contrario, su desconocimiento de idiomas cuando gran parte de la política nacional se desarrolla en el marco de la Unión Europea han convertido al expresidente de Galicia en un aldeano a los ojos de una mayoría consistente.

El segundo factor es el mencionado antes. La peripecia de los pactos con Vox que han incluido la entrada en política de personajes atrabiliarios, pintorescos, defensores de posiciones marginales o que hacen gala de un machismo primario que ya hemos desterrado aquí hace mucho tiempo, ha alarmado a la opinión pública, que ha podido observar toda clase de incidentes chuscos en la llegada de los de Abascal al poder.

Como se ha dicho, Sánchez tendrá ahora que realizar una negociación muy cuidadosa y sutil para aunar voluntades pero lo lógico es que las formaciones que pueden facilitar una investidura para un gobierno progresista acaten el dictamen de la ciudadanía, que manifiestamente se niega a auspiciar un retroceso hacia un franquismo revivido que, por fortuna, está enterrado y bien enterrado.

Lo sucedido debe provocar además una meditación profunda sobre el sistema de partidos español, en un país como el nuestro en el que, como acaba de verse, Vox no es bienvenido. En Alemania, cuyo régimen también está basado en un bipartidismo imperfecto relativamente parecido al nuestro, cuando la derecha democrática se niega a pactar con razón con la derecha neonazi (AfD), se produce una gran coalición entre el SPD y la CDU/CSU. En España, esto sería impensable en este momento, pero el PP tiene que meditar hacia dónde orientar su futuro, ya que algo ha debido hacer mal cuando, de todos los partidos del espectro, tan solo es capaz de pactar con Vox.

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