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Juan Rigo

Desde París

Juan Rigo

¿Bis repetita?

Elecciones en Francia. BENOIT TESSIER

La tentación de ver el duelo Macron Le Pen como una repetición de la pasada convocatoria, las presidenciales del 2017, es grande. Los resultados con los que han pasado el corte de la primera vuelta son similares a los de hace cinco años, con un ligero incremento en los porcentajes de ambos candidatos. Pero la comparación, la tentación de la fotocopia, termina aquí. Las circunstancias han cambiado completamente y el desenlace se presenta más incierto que nunca como apuntábamos ya hace unas semanas.

Por un lado, Macron ya no es el «aspirante» de hace un lustro, el candidato del cambio, la novedad en la foto fija de la política francesa, donde socialistas y republicanos llevaban décadas de alternancia en el poder, en el control de la Nación. Hoy, ahora, es el presidente saliente, con un bagaje a sus espaldas que divide a los franceses. Para unos/muchos pesa más el retrato del hombre, su arrogancia, su carácter jupiteriano, su aspecto de primero de la clase, en suma las apariencias, que el balance global de su mandato. Francia, económicamente, se porta bien, la tasa de empleo ha subido sustancialmente con la creación de nuevas empresas, a la vez que el índice del desempleo se sitúa por debajo del nivel de 2008. La gestión global de la pandemia, del covid, ha sido positiva, y la proyección del Hexágono en el marco de las relaciones internacionales ha ganado enteros.

Pero estas valoraciones, y en especial las cifras del ámbito macroeconómico, no llegan, parece que no afectan al día a día de una parte importante de la población. Al contrario, la Francia de abajo, las clases populares, y el mundo rural, no solo no entiende para nada esos datos positivos, sino que sufre más cada día para llenar la cesta de la compra, el depósito de gasolina del coche, los recibos de la luz y del gas y no sabe cómo cuadrar las cuentas para llegar a fin de mes. Para ellos Macron es el presidente de los ricos, de los empresarios, de la «beatiful». Y por ello ven, votan, la llegada de Marine Le Pen casi con simpatía, sin entrar a valorar para nada su posicionamiento a la extrema derecha, sus simpatías (y deudas) Putinistas, su anti europeísmo, su inexperiencia política, ni la imposibilidad de que cumpla sus irrealizables promesas.

Es decir que el voto anti Macron, puede en esta ocasión ser más fuerte que el cordón sanitario, el frente republicano que en su día, en un lejano 2002, le valió la reelección a Chirac (el último Presidente en ser reelegido/doblar mandato). En aquella ocasión toda la izquierda, con guantes para no mancharse o tapándose la nariz, votó unida contra Le Pen padre. Ahora todo está en el aire o mejor dicho en manos de los electores de Mélenchon que, con un resultado inesperado, superior a todas las previsiones, casi se cuela en la segunda vuelta. El desencanto, la desilusión de esos votantes insumisos, y su posición anti sistema, puede llevarles a ejercer un voto de castigo, contra natura, a favor del extremo contrario, pese a la invitación de su líder a «no dar ni un voto a Le Pen». Sin olvidarnos de la abstención que, en los resultados de la primera vuelta del 10 de abril, quedó en segunda posición con un score del 25%, por encima del Rassemblement National y de la Francia Insumisa. Abstenerse ahora puede resultar fatal para la democracia.

Macron tiene la oportunidad/obligatoriedad de jugar la baza de lo social en esta contrarreloj, en este sprint final. Replantearse temas calientes, como la edad de la jubilación y la reforma de las pensiones, pero tiene que hablar claro, tiene que llegar al pueblo. El debate, cara a cara televisado del día 20 puede jugar a su favor como en el 2017. Pero insisto, las circunstancias han cambiado, y Francia puede seguir los pasos de Polonia y Hungria, votando a una incompetente capaz de destruir Europa.

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