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Editorial | Recuperación del empleo

Editorial | Recuperación del empleoB. Ramon

Los buenos datos del mercado laboral han sido un regalo de Reyes por adelantado para España y muy especialmente para Baleares. El archipiélago lidera el aumento de afiliados a la Seguridad Social y la reducción del paro del conjunto del Estado, que ha recuperado el empleo perdido por el azote de la pandemia, alcanzándose cifras inimaginables en un contexto tan complicado como el que vivimos. España roza los 20 millones de cotizantes, al cerrar el ejercicio con 800.000 empleos nuevos, una magnitud no vista desde 2005. Baleares, por su parte, ha logrado el diciembre con más trabajadores de su historia para ese mes, con 440.608 personas ocupadas, y con menos desempleados también para ese este mes en la última década, 55.974.

Los indicadores muestran una recuperación sólida y robusta del empleo, tras la gran contracción provocada por el confinamiento y las restricciones. La rapidez con que se ha logrado restaurar e incluso superar los niveles de empleo precovid, todavía no se cumplen los dos años, contrasta con la agónica recuperación de doce años que costó levantar el batacazo sufrido en el mercado laboral como consecuencia del estallido de la burbuja inmobiliaria y la crisis financiera de 2007. La política económica de claro acento social de Pedro Sánchez y Francina Armengol, con sus ERTE y avales ICO, ha resultado más certera a la hora de salvaguardar el tejido empresarial, y con ellos el laboral, que la de los recortes y las ayudas al mundo financiero practicada por Mariano Rajoy y José Ramón Bauzá. Además de las convicciones y recetarios de unos y otros a la hora de orquestar planes para revertir la adversidad, los gobernantes de la derecha se encontraron con los hombres de negro de Bruselas que apretaban tuercas para que la Europa sureña pagara sus deudas a los bancos, en buena parte alemanes, antes de gastarse un euro en ayudar a los ciudadanos empobrecidos. Los gobernantes de la izquierda, por el contrario, han coincidido en el tiempo con una Europa diferente. No hay Norte y Sur, hay un continente que se enfrentaba sin distinción de países a una pandemia que llegó a pararlo todo, salvo la actividad esencial. Las recetas neoliberales de los recortes tornaron socialdemócratas y fluyó el dinero de las ayudas que permitió aguantar y remontar. Un paraíso ensombrecido por la inflación, que amenaza especialmente a los bolsillos más precarios, y por la persistencia del propio virus, con el que «hay que aprender a convivir» porque no hay caja de resistencia que lo aguante.

La precariedad y la temporalidad siguen siendo las asignaturas pendientes. La reforma laboral pactada por los socios del Gobierno con patronal y sindicatos, y pendiente de aprobación en el Congreso, que no se aventura tarea fácil, pretende incidir en esos aspectos. En Baleares, más de diez mil trabajadores temporales podrían pasar a ser considerados fijos discontinuos. Hay mucho en juego.

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