Diario de Mallorca

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Mar Ferragut

Keep calm & tira tira

Más restricciones, pero los mismos (escasos) recursos para hacerlas cumplir. Con estos mimbres de precariedad arrastrada hay que hacer el cesto de contención de la covid. Seamos conscientes de que prohibir es fácil, pero hacer cumplir sin recursos limita de forma considerable el impacto de las medidas. Profesores de centros educativos de Son Gotleu lo denunciaban esta semana: ellos se han vuelto locos haciendo sudokus de horarios y circuitos para evitar aglomeraciones de estudiantes, pero al salir a la calle las normas parecen dejar de existir ya que no hay nadie para vigilar que la gente irresponsable, no concienciada y/o simplemente harta las cumpla. Y ya no hablemos de las reglas de convivencia y las leyes ‘no covid’, que se siguen infringiendo en el resto de Palma: ¿Ha probado a llamar a la Policía para denunciar fiestas ilegales, exceso de ruidos u otros compartimentos incívicos estos días?  

No solo hacen falta recursos de vigilancia y sanción: también son necesarios instrumentos de solución, de alivio. Y no, no son campañas y carteles.En Son Gotleu sabemos que hay pisos donde conviven tres familias en un mismo piso o que hay viviendas sin cocina o incluso sin baño (no podemos decir que no lo sabemos: lo publicó el catedrático de la UIB, Jesús M. González, en un estudio que realizó en esta barriada durante el confinamiento). Si eso no es una emergencia habitacional, que baje Ada Colau y lo vea. Si la densidad de población y la infravivienda favorecen la expansión vírica, actúemos ahí también. Busquemos soluciones, aunque sean provisionales (respuestas estructurales para zonas tan sistemáticamente olvidadas ya parece ilusorio pedirlas). 

Pisos de Son Gotleu donde viven tres familias: si eso no es emergencia habitacional que baje Ada Colau y lo vea

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La diversidad siempre es más complicada de gestionar, también a nivel normativo. Qué eficiente sencillez la que facilita un mando único que da una sola orden: ‘todos a casa’. Luego nos dijeron ‘ya podéis salir’. Y llegó el calor, y volvimos a los bares, a los parques, a los conciertos... Y nos reíamos de la expresión ‘nueva normalidad’, qué tontería. Ah, pero era todo era un espejismo. Cuesta entender qué ha pasado en Balears, si según los informes epidemiológicos el 90% de los brotes son autóctonos y la incidencia del turismo ha sido ínfima. Pero ahí están nuestras cifras en el pódium nacional. Y ahora vemos qué es la ‘nueva normalidad’: un martillear molesto, doloroso y cada vez más pesado. La sociedad hiperfeliz de los últimos años no nos ha preparado precisamente para esta frustración. ‘Vive tu sueño, tú te lo mereces, la vida es bonita, impossible is nothing...’ ¿dónde estás ahora Mr. Wonderful? 

El que gestiona un teatro con el aforo hiperreducido mira los aviones repletos y no lo entiende. Los que odian los parques precintados ven salones de bodas con 75 invitados y no lo entienden. Profesores con perfil de riesgo (y miedo) comparan las medidas que aplican en la escuela con lo que pasa fuera y no lo entienden. Normas, normas y normas. Algunos parecen anhelar la norma única: o nos fastidiamos todos o nada. Cada semana, nuevas restricciones y más complejas, normas al detall: “¿Pero entonces puedo invitar a diez amigos a cenar? Si no son de Son Gotleu, supongo que sí...” 

La ‘nueva normalidad’ es lo de ahora, no lo que vivimos en verano. Es complicada de gestionar y su reinado será largo. El objetivo doble a conseguir suena utópico: mantener a la vez una simulación de lo más básico de nuestra vieja vida (colegios y negocios abiertos) y una curva de contagios baja. El gobierno británico durante la II Guerra Mundial acuñó el keep calm and carry on. Nosotros tenemos el poc a poc i tira tira. Tendrá que valer. 

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