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Tribuna

Transición energética, el pasaporte certero hacia la recuperación

No cabe tomarse a la ligera la crisis económica que se cierne sobre las economías europeas. Las Islas Baleares se enfrentan a un reto inédito. La paralización de la economía debido a la amenaza del Covid-19 exige una respuesta fuerte en forma de nuevas políticas industriales impulsadas por el Govern para acompañar a los sectores productivos en la vía de la recuperación. Algunas personas nos implicamos en política convencidas de que las renovables son el trampolín ideal para sacar a la sociedad balear del callejón sin salida del monocultivo económico en el que se halla desde hace décadas. Quiero contarles cómo.

Mi apuesta por esta transición energética se basa en cálculos pragmáticos y estratégicos, y sus propósitos son, en lo esencial, estos cuatro: que las familias, los comercios, las industrias y las administraciones públicas ahorren dinero; activar una palanca de mando para recuperar las políticas de planificación industrial; primar las inversiones en la economía real antes que en la economía especulativa; y, por último, devolver a nuestras islas a su estado de santuario ambiental.

Limpiar es santuarizar

Ésta última motivación no es la única, aunque parezca la más obvia. En una década, ahorraremos un 26% de la energía que consumimos, habremos alcanzado el 35% de energías limpias y habremos reducido un 40% las emisiones de CO2. La mejora en el bienestar y la calidad de vida de nuestra gente se va a notar. Las ciudades serán menos ruidosas. Habrá menos afecciones respiratorias o tumorales. Tendremos menos sequías y mejor agua, tanto la de beber y cocinar como la de nadar en las playas. Me aventuro a afirmar que podremos elegir mejor el tipo de turista que atraigamos, personas exigentes con la preservación del entorno, dispuestas a pagar lo mucho que vale y a no generar tantas externalidades ambientales, sociales y urbanísticas. Si nuestras islas son una joya, mimémoslas como tales y démosles el valor exclusivo que se merecen.

Acabar con la ruina de importar energía

En paralelo, vamos a ahorrar todos mucho dinero. No sólo los edificios de nueva planta van a ser mucho más eficientes, sino que la luz, la calefacción, la energía del automóvil, la vitrocerámica, el fogón o el aire acondicionado van a ser más baratos. ¿Por qué? Primero, porque vamos a dejar de importar mucha energía, vamos a producirla más aquí y a almacenarla más aqui. Segundo, porque vamos a democratizar su producción y consumo. En 2019, mi Consellería tramitó más de 300 expedientes para instalaciones de autoconsumo. En lo que llevamos de 2020, tengo sobre la mesa más de 2.000 peticiones y, por lo menos podremos dar salida a 500 expedientes. Mi consejo a las familias o a los emprendedores es que apuesten por esta inversión. La Unión europea nos recuerda que el 90% de de los techados del Continente están sin solarizar. Mi intención es ofrecer cada vez más ayudas y subvenciones condicionadas a colocar paneles solares allí donde sea técnicamente posible: hoteles, comunidades de vecinos, polígonos industriales, viviendas particulares, superficies comerciales, etc. Tercero, porque los excedentes que produzcan empresas, comunidades y particulares los van a poder revender para su consumo dentro o fuera de las islas. En algunas empresas, el coste estructural de la energía que gastan en su actividad puede llegar a superar el 40%, como pasa en el transporte o en la producción de maquinaria. Ahorrar mucho dinero es sinónimo de ganar competitividad y opciones de mercado, lo que aumenta la capacidad de reinversión productiva y modernización para cabalgar el círculo virtuoso de la innovación. Todo ello, sin contar que producir más energía aquí y consumirla más de aquí va a naturalizar el que produzcamos y consumamos más cosas de aquí.

Una política industrial a propósito

Lo cual me lleva a mi tercera motivación. La transición energética es una palanca para recuperar las políticas de planificación industrial que llevamos 40 años sin hacer. Tras la crisis de 2008, y en los últimos dos años, se empezaba a notar un cambio de marea entre intelectuales y economistas y, ahora, ésta nueva tendencia se ha vuelto apremiante. Los gobiernos vamos a tener más responsabilidad y presencia en la economía. No es que lo diga yo, sino hasta el FMI en su último informe de perspectivas. Es más, lo acaba de avalar decididamente el pasado 24 de abril el Consejo Europeo en sus conclusiones: existe "la necesidad de un plan integral de recuperación y de una inversión sin precedentes, que nos ayuden a relanzar y transformar nuestras economías, [...] con el objetivo último de construir una Europa más resiliente, sostenible y justa". "Debemos garantizar la autonomía estratégica de la UE mediante una política industrial dinámica, el apoyo a las pymes y a las empresas emergentes", añade el Consejo y, no satisfecho, señala como principales ámbitos de actuación la transición ecológica y las tecnologías limpias.

Blanco y en botella, ¿verdad? Aquello que solía decir el ministro socialista C arlos Solchaga de que "la mejor política industrial es la que no existe" se a ha acabado. Y puesto que los gobiernos vamos a tener que aportar más dinero, lo acertado es que se emplee en inversiones productivas y en orquestar las condiciones que permitan a industrias y familias prosperar de nuevo. No perdamos de vista que si Alemania ha salido mejor parada de la crisis del Covid-19 es, entre otros extremos, porque nunca se ha dejado desindustrializar y no había aplicado los recortes de servicios públicos como los vecinos del sur. Desde paracetamol a maquinaria industrial, ¿cuántos bienes que importamos de China acaso no podríamos fabricar nosotros sin el coste en CO2 del transporte y generando empleo en casa?

Con el mazo dando

La cuarta motivación en favor de la transición energética es que volvamos a premiar la economía real sobre la economía especulativa. La inversión en modernización, en nuevas tecnologías verdes, garantiza empleos estables y remunerados por encima de la media. Éstos, a su vez, permitirán reflotar los ingresos de la Seguridad Social. Reindustrializar desde la innovación activa sectores auxiliares ligados a la formación técnica y superior, la investigación y los sectores creadores de alto valor añadido. Como herramienta de superación de precariedad y de fomento de las vocaciones científico-tecnológicas es de las más prometedoras. Tanto más, por cuanto que durante los próximos cinco años los tipos de interés del dinero no se alejarán del 0%. ¿Que significa este detalle importante? ¡Que tener el dinero bostezando en el banco no va a ser rentable, mientras que invertirlo en economía real, sí!

Las políticas de transición energética de mi departamento, van a ser la locomotora que permitan relanzar y diversificar la economía balear desde la concertación entre inversores privados y públicos. Hemos venido a materializar las condiciones de un futuro productivo y ambiental sostenibles, a hacer realidad el gobierno de la gente cabal y previsora. No será el Covid quien lo impida.

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