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Carta abierta a Juan Mesquida

Cuando vuelves a anteponer tu misión pública a tu situación individual, tu ejemplo nos recuerda que luchas contra la auténtica plaga de la humanidad

Querido Juan: Supongo que la querencia se presupone, después de un cuarto de siglo hablando de ti y no siempre mal. Sabes que alternativamente me acusan de ser tu más injusto enemigo y de estar vendido a tu persona, lo cual significa que ambos circulamos por los caminos paralelos que nos corresponden. Imaginarás que me atrevo a escribirte, en lugar de escribir de ti, a raíz de tu tuit del pasado domingo, en el que felicitabas al personal sanitario del coronavirus y desvelabas que estás tratándote de un cáncer en Son Espases, sin duda el mejor lugar de Mallorca para afrontar ese combate.

Pienso, Juan, que tu reacción a mi dureza es la mejor lección que he recibido sobre la relación óptima entre periodista y político. ¿Sabes que mi director de entonces no entendía que aceptaras, con deportividad y una sonrisa, que te hubiera definido como "el conseller del PP en el Govern de Progreso"? Hubieran preferido que me maldijeras de continuo, en mi contra pero también en la tuya. Por fuerza he de recordarlo ahora, cuando vuelves a anteponer tu misión pública a tu situación individual. Tu ejemplo nos recuerda que luchas contra la auténtica plaga de la humanidad.

Ya que mezclamos lo público y lo privado, te confieso que me encantará que consigas ese ministerio con el que sueñas, al que debiste acceder con Zapatero y que ahora te exigirá el trabajo ímprobo de reconducir a Inés Arrimadas, en eso te compadezco. Sabes mejor que nadie que no deseo tu futura cartera para celebrarla, sino para criticarte salvajemente por tus contradicciones. El escorpión, qué voy a contarte. De tu dedicación y sangre fría deberían aprender los políticos a quienes vapuleaste durante los debates de las campañas del año pasado. Espero que en otros veinticinco años pueda seguir hablando de ti, mal.

A vivir.

Atentamente.

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